Cuando, en la Academia Oficial de Peluquería de Kiev (Ucrania), sorprendí a esta pareja besándose clandestinamente, me quedé sorprendido. Nunca me había parado a pensar que los maniquíes se pudieran amar. Ni de que fueran capaces de esconderse, tras una cortina, para esquivar las miradas de la censura oficialista. Ni tan siquiera, hasta ese momento, era capaz de reconocer en ellas y ellos sus sentimientos humanos y sus necesidades carnales. Estaba en un gran error. En sus miradas perdidas vi que se amaban profundamente. En su timidez y su sofoco encontré la misma ternura de las adolescentes que las usan, a diario, para aprender un oficio tan maravilloso con el que, por el resto de sus vidas, embellecerán a las personas y mejorarán su autoestima.
Me pidieron, por favor, que no los fotografiara. Querían preservar su intimidad ya que su amor no era consentido por unos dueños exigentes, y chapados a la antigua, como buenos representantes del desaparecido Politburó.
Pero no he podido reprimir la necesidad de hacer público tan colosal descubrimiento. Desde el mismo momento que apreté el botón, y la cámara capturó esa imagen cargada de sentimiento, me sentí en la obligación de divulgar que, pese a lo que promulgan algunos, el amor estéril es tan valioso como el amor reproductivo. El amor es amor y no puede ser rechazado o manipulado por lo que podamos opinar las personas bajo criterios éticos, religiosos o morales.
Me confesaron que se aman plenamente por las noches, mientras los futuros peluqueros duermen, hasta que escuchan el ruido de las llaves del conserje al manipular la cerradura. Por las mañanas, muertos de sueño, por su envidiable actividad amatoria, reciben de muy mala gana la ración de tirones de pelos que justifica su existencia.
Hay quien resta validez al amor estéril. Si conocieran a esta pareja verían que están en un gran error.
Lo peor del amor es el exceso de formalismo al que lo someten los humanos, por mucho que lo pensamos nosotros no lo llegamos a entender -me confesaron al despedirme.
Como comprenderán ustedes, desde que me sucedió esto, hasta ahora que me he atrevido a hacerlo público, he llevado en mi cabeza este can can...
¡Qué por nadie pase!
En cambio no creo en el amor estéril, si no en ese amor cristalizado, en ese amor que es como si buscara conservarse en una espesa mezcla de ámbar que al secarse intenta preservarlo para toda la vida, el amor no es estéril el amor por el simple hecho de ser amor fue, es y será un amor vivo así sea escondido tras las frías paredes de la aparente indiferencia humana.......
ResponderEliminarde vez en cuando va bien exteriorizar lo que uno siente. Las caricias siempre se agradecen, son bonitas y hay que demostrar al mundo que aun nos queremos. yo lo hago cada dia.
ResponderEliminarun saludo.