domingo, 24 de marzo de 2013

Asesinatos en Uruapan


La última vez que estuve en Uruapan yo lucía bastante más pelo que ahora. Más ganas de comerme el mundo que ahora, inclusive, era bastante más fantasioso de lo que soy ahora. Ricardo Arjona cantaba en un palenque a rebosar. He de reconocer que yo no conocía a ese cantante -que es un artista de masas en toda latinoámerica- hasta que me invitaron a aquel concierto en el Festival del Aguacate. Ahora, mi existencia sin Arjona sería como una comida sin buen vino.
Al llegar a Uruapan me quedé más congelado que una merluza de Pescanova pese a que la temperatura debía de rondar los 40 grados. Llegando al hotel, vi,  por primera vez en mi vida, a una banda de niños de la calle. Acababan de robar algo a una señora y todos corrían, con el botín y sus bolsas de pegamento en la mano, como una jauría de chacales hambrientos. El mayor de todos ellos no debía de contar con más de diez años de edad.
Me dijeron -suponía que me albureaban- que llevara cuidado con las mujeres de Uruapan, ya que estas, supuestamente, tenían fama de ser las más calientes de todo México. 
Después de haber dejado mis cosas en la habitación y haberme cambiado la camiseta tras un eterno viaje por carretera, salí del cuarto y tomé rumbo a los ascensores. Yo estaba en el último piso de aquel antiguo hotel que, con toda probabilidad, debía de pertenecer a emigrantes asturianos por las fotos que exhibía del Monasterio de la Virgen de Covadonga y la bandera de Asturias que engalanaba su entrada junto a la bandera tricolor.
Los dos ascensores parecían bloqueados. Me asomé por un pasillo y observé la luz encendida de lo que aparentaba ser otro ascensor pero que, posteriormente, descubrí, a mí pesar, que se trataba del montacargas de servicio.
Al abrir aquella puerta, una pareja de empleados del hotel follaban como si el mundo fuera a sucumbir, en cualquier momento, por un ataque alienígena.
Los dos, que llevaban el uniforme del hotel de manera indecorosa, al percibir mi inoportuna presencia, comenzaron a subirse los pantalones, en el caso de él, y a abotonarse la blusa, en el caso de ella, pidiéndome mil disculpas.
Deste entonces he recordado a Uruapan como un lugar muy singular. Irremediablemente siempre me acuerdo de Uruapan cuando como aguacates, cuando escucho a Arjona, o cuando, en algún hotel, veo la ventanita del ascensor iluminada.
Hoy, la prensa traía una macabra noticia desde Uruapan. Siete cadáveres, con un tiro de gracia en la sien, han aparecido sentados en sus sillas, como si estuvieran pasándola genial, tomando el fresco y bebiendo unas chelas.
El Estado de Michoacán, su capital Morelia, la costa maravillosa de Lázaro Cárdenas, el indescriptible Lago de Pátzcuaro, el volcán del Paricutín, el  infierno de Apatzingán, sus millones y millones de mariposas monarca, junto a la capital mundial del aguacate de Uruapan siempre tendrán un lugar muy especial en mis recuerdos. 
- México: ¿Por qué desde que te conozco siempre llevas de la mano lo mejor y lo peor? Quizás nunca alcanzaré a conocer la respuesta.
Como la gran mayoría de los mexicanos seguiré soñando por un México sin violencia. ¡Viva México, cabrones!

2 comentarios:

  1. Es una pena que pasen estas cosas, porque como bien dices es un lugar que vale la pena descubrir, yo lo haré algún día porque me queda mucho por hacer.

    un saludo

    Marina

    ResponderEliminar
  2. Ya no solo vas de viaje de negocios, sino que cuando vas a todos esos sitios remotos, siempre, siempre procuras saber la historia del lugar donde te encuentras, con tu meroria fotografica haces que estos relatos sean muy amenos. Siempre tendras muchas cosas que contar a tu amigos, hijos, nietos y demas, por tu afan de investigar las cosas y el por que de estas, eso para mi es tener "un Don". Algun dia me gustaria ir a algun viaje contigo, estoy seguro que aprenderia muchisimas cosas, como ese niño que empieza en el colegio ha aprender desde las vocales y el abecedario, hasta a sumar, restar, etc. No cambies,.... un saludo desde CT.

    ResponderEliminar