sábado, 5 de octubre de 2013

Intensidad


Siempre, cuando llegan estas fechas, piso a tope el acelerador. El último trimestre del año es definitivo. Ya no hay más. Entonces es cuando pongo en entredicho mis estrategias. Me audito. Hago un acto ateo de contrición, y me lanzo a merendarme el último trimestre del año como si se acabará el mundo.
Me gusta trabajar con presión. La homeostasis no me sienta bien, y a la humanidad creo que tampoco. Soy visceral, casi biliar, y necesito sentir el sabor amargo de la duda para regurgitar ideas que me mantengan vivo y en primera línea de fuego.
La intensidad, para mi, es excitante, pasional y necesaria. Una persona sin intensidad es como un jardín sin flores, una guitarra sin cuerdas, o un gazpacho sin ajo. Hay quién dice que el mudo de los Hermanos Marx no era mudo y que no hablaba porque no tenía nada que decir. Pero, al menos, él tocaba la bocina con una especie de lenguaje en morse, que, al rato de estar viendo la primera de sus magistrales películas, todo el mundo entendía. 
Por desgracia, cada vez existen, a nuestro alrededor, más mudos sin bocina. Personas atrapadas en una especie de pesadilla en bucle que hace de su existencia un agujero negro como los de Stephen Hodgking. 
Precisamente, Stephen Hodgking, mantuvo, y debe mantener, una desigual batalla para no ser absorbido por otro tipo de agujeros negros que sólo existen dentro de la mente humana. Con una enfermedad como la suya, hoy día, sigue siendo uno de los científicos más importantes del mundo y supone, para todos nosotros, todo un ejemplo de superación.
Por eso yo le pongo siempre intensidad a todo lo que hago. Intensidad, pasión, imaginación y, por encima de todo, me permito el gusto de mirarlo todo del revés, como si jugará con la realidad, como en La Vida es bella de Roberto Benigni. Una de las grandes películas de la historia del cine.
Si todos le ponemos intensidad y pasión al trabajo nos comeremos lo que falta de este 2013 y lo mandaremos a donde Cristo perdió la alpargata.
Este año, en Nochevieja, tras comerme las doce uvas, pienso pegarle fuego a un almanaque zaragozano. Con intensidad, sí señor, y con una cerilla.
Nunca me gustó el trece. ¡Qué ganas tengo de perderlo de vista!

2 comentarios:

  1. Indiferente de que se un año 13, al igual que tu somos cientos, miles de personas que simplemente sentimos que debemos dejar; no solo el año atrás ,si no cientos de sueños, proyectos y situaciones que quizás no resultaron lo que pensábamos o que simplemente aplazamos buscando un mejor numero que enmarque el año. En fin las cabalas dicen que pronto estaremos alzando las copas por el año que se va y por el que pronto entrara. pero algo es cierto amigo "que rápido pasa el tiempo"

    ResponderEliminar
  2. Es que ha sido un 13 muy 13 y aún le queda un poco... Yo casi aguanto la respiración :)

    ResponderEliminar