Por mi trabajo, yo juego como en la Champions League. Sí, como lo oyen. Disputo partidos internacionales en los lugares más recónditos de Europa con la única finalidad de fomentar las exportaciones y, con ello, conseguir mayor credibilidad para las políticas de recuperación económica del Gobierno de España.
No aspiro tanto a conseguir una Medalla al Mérito en el Trabajo como a sumar un nuevo distribuidor a mi cartera de clientes y que, gracias a ello, mejore en España la prima de riesgo. Cada nuevo país supone para mí una nueva oportunidad, una nueva ilusión y un nuevo reto profesional. Lo más complicado es que siempre juego los partidos fuera de casa y con un árbitro casero que pretende impedir mi penetración por la banda, que remate de cabeza o pegue un punterazo tremendo con el que haga mejorar los balances de mi empresa.
Jugar en esta Champions es la leche. Voy enchufado todo el día. Siempre corriendo por terminales infinitas. Zigzagueando entre maletas cargadas de historias. Saltando al vuelo en aviones que siempre intentan zafarse de mí. Entre gentes que me miran ausentes como las momias de Guanajuato, o como cuando un portero hace la estatua. Jugar en la Champions es darlo todo con la única finalidad de conseguir un sueño y poner otra banderita en tu currículum.
En Aalborg, Dinamarca, la semana pasada jugué un improvisado partido de clasificación. Por circunstancias, al salir de una la visitas, me tropecé con la fiesta de los institutos de la ciudad. Cientos de jóvenes disfrutaban de bailes, exposiciones y actividades deportivas en plena calle. Hasta ahí todo normal. Yo iba a mi rollo: una foto por aquí, una foto por allá, mira como está esa rubia, dónde vamos a cenar... cuando, de pronto, me dio un arrebato incontrolable. Fueron para mí instantes de gran desconcierto emocional. Dejé en el suelo mi cartera y mis muestras, empujé al chico que defendía una de las porterías, y me puse yo. Sí, me puse yo. ¡Con dos cojones!
El chico me miró con incredulidad. El compañero que le estaba chutando pareció comprender la situación sin necesidad de dialogar en danés que se me da mucho peor aún que el inglés.
Me situé bajo los palos. Me encomendé a San Iker Casillas. Pensé en Sara Carbonero. Me coloqué el paquete en su sitio. Me soplé las yemas de los dedos. Me subí un poco las perneras de los pantalones. Me persigné. Les di un repaso general a todas las rubias que miraban con interés aquella especie de final entre España y Dinamarca.
Entonces Nielsen avanzó hacia la pelota, dio dos o tres pasos -con paradiña incluida- golpeó el balón y lo paré. ¡Siiiiiiiíí, paré el penalti. Vaya que si lo paré. Sus amigos, y especialmente sus amigas, se partían de la risa mientras que él se ponía más rojo que un tomate. Ese hito deportivo, con toda seguridad, es la prueba premonitoria de que en Dinamarca también tendremos un nuevo distribuidor. Ese paradón a lo Iker Casillas es la señal inequívoca de que la suerte está de mi parte.
Lo siento Nielsen, majete, tienes que practicar más.
Que buen relato, todo como la vida misma siempre sorteando obstaculos, atreviendote ha realizar jugadas o acciones y ademas teniendo el desparpajo de ponerte frente al peligro, y si por que no? hasta ganarle la partida a ese peligro por llamarlo de alguna forma, en la champion siempre hay que dar lo maximo, como en los retos, como en la vida mismo, como en el trabajo del dia a dia. Felicidades Pepe, me ha encantado la comparacion....salidos desde CT
ResponderEliminarMe engañaste Pepe , si que estas en forma , trepas por todo tipo de superficies , te pones bajo los palos de una portería sin importarte quien este enfrenté y además te da tiempo a formar y educar
ResponderEliminarjajajja, muy bueno Pepe!, con los recados bien mandados!!, jejeje, un abrazo
ResponderEliminarLos chutazos que hay que pararle a la vida... jajaja
ResponderEliminarSaludos, Pedro
A ver cuándo jugamos un partido, cobardes de la pradera!!
ResponderEliminarEso si es saber gambetearle a la vida, bien creo que has sacado ese arquero escondido que llevamos todos, esos arque rasos que le hacemos a la vida siento de pases en corto aunque ella no juegue si no a meternos penaltis.
ResponderEliminarPobre Nielsen...
ResponderEliminarsus lagrimas cayeron a las aguas del puerto de Alborg. Las rubias se fueron con los dos turcos que vendían sus kebabs en la caseta junto a la fuente
Pepe nunca dejarás de sorprenderme...qué intrépido!!!
ResponderEliminarme ha encantado un besazo!!