El controvertido ponente observó, no sin cierto desánimo, a la escasa audiencia que se había congregado en aquel pequeño auditorio de provincias. Venía vestido, como en él era habitual, con una larga túnica blanca y lucía una alargada y descuidada barba, tan canosa como su melena que, en esta ocasión, traía recogida en una coleta. Un tanto titubeante, acomodó el micrófono. Solicitó, contrariado, que se llevaran una botella de agua de plástico que le habían colocado sobre el atril. —Estoy harto de plásticos— le explicó al muchacho que le atendió. Haciendo tiempo, ordenó y repasó sus papeles. De nuevo, el invitado alzó la mirada y exhibió ante el público una sonrisa nerviosa. Mientras esperaba que se terminarán de acomodar un pequeño grupo de estudiantes que acababan de irrumpir en la sala, preguntó a los presentes: ¿Todos bien?….Pues, si les parece, vamos a comenzar…
“Del irrepetible economista y filósofo José Luis Sampedro aprendí, si es que acaso no lo sabía ya, que las ciudades son una trampa. Contemporizando la frase, yo me atrevería a afirmar que las ciudades son como agujeros negros que se lo tragan todo. De hecho, las ciudades están acabando con el planeta. En el pasado, con sus cantos de sirena, las grandes urbes atrajeron a la mayoría de la población, dejando tras de sí a la madre tierra abandonada a su suerte, y condenando a cadena perpetua a todos los infelices que mordieron el anzuelo.
De ese modo, atrapados y deshumanizados, alejados de nuestra capacidad innata para la autosuficiencia, quedamos convertidos en seres dependientes y fácilmente manejables. Somos, ustedes y yo, poco más que máquinas de consumir y de contaminar. Máquinas que valen tanto como nuestra propia capacidad de producción y de consumo. Esto es fácil de entender: a mayor capacidad de consumo mayor valor, de ahí que los pobres no les interesen a nadie. Aunque esos pobres sea niños indefensos, o ancianos a los que se les ha reventado a trabajar durante toda su vida. Y así nació, para destrozarlo todo, el Homo Number, alejado de sus orígenes y de su propia biología como especie y al que le fue arrebatado perniciosamente, mediante rudimentarias argucias de psicomarketing, el sentido común y el sentido crítico.
Ningún lobo, ningún águila, ningún oso, ningún árbol, necesita de las ciudades. Los personas, en contra de lo que nos han hecho creer durante los últimos siglos, necesitamos de la naturaleza y nos necesitamos unos a otros. Formamos parte de ella. Inexplicablemente hemos destrozado los mares, los ríos y los lagos, hemos esquilmado los bosques, extinguido las especies, calentado el planeta, contaminado los cielos, como si nuestra vida consistiera, únicamente, en una especie de carrera hacia la destrucción. El hombre no es ningún Dios que pueda controlar ni predecir ni sustituir a la naturaleza por un ecosistema artificial. Somos simples seres vivos entre millones y millones de seres vivos. Ni más ni menos que todos ellos. ¿Alguno de los aquí presentes cree qué, de seguir así, no nos encaminamos hacia la Apocalipsis? ¿Alguien cree qué podemos seguir comiendo cómo comemos y viviendo cómo vivimos?
Si la trampa fueron las ciudades, la libertad y la esperanza, queridos oyentes, créanme , nos esperan fuera de ellas. Tal vez, antes de que sea tarde, nuestra especie vuelva a la tierra, ocupe los espacios que abandonó, y regrese a sus orígenes recorriendo, en sentido inverso, esta fallida evolución que inició el Homo Sapiens. La tecnología y el conocimiento que hemos adquirido nos habilitan para realizar esa nueva y necesaria dispersión demográfica. Hoy día, tenemos a nuestro alcance tecnología más que suficiente para no contaminar. Disponemos de capacidad para alimentar sobradamente a toda la población del planeta. Sabemos que la concepción del trabajo como la conocemos hoy en día carece de sentido. Los grandes gurús que controlan los caminos del mundo saben que el neoliberalismo salvaje ha sido el mayor error de la historia de la humanidad pero no saben cómo parar a la bestia.
No hace falta que busquemos la solución a la crítica situación por la que atraviesa nuestro planeta en Marte, ni en otros planetas fuera de nuestro sistema solar; la solución, como siempre, está frente a nosotros y seguimos dándole la espalda. La buena nueva es que el Homo Naturalis está a punto de surgir. Ellos, le pese a quién le pese, serán los llamados a salvar el planeta. El Mono Sabio, estimados amigos, no era tan sabio…
Ya se ha acabado mi tiempo, solo espero que a ustedes no se les acabe.”
Para concluir, el ponente se quedó callado por unos instantes mirando fijamente a los asistentes. Segundos que se vivieron en el auditorio con una enorme tensión. Como si se hubiera detenido el tiempo. Como si los misteriosos ojos de ese visionario personaje continuarán hablándoles más allá de sus palabras.
—Este es el mensaje que les quería trasladar. Es nuestro ser o no ser. Espero de todos y cada uno de ustedes compresión pero sobre todo acción. A partir de ahora, lo crean o no, son mis discípulos. Lleven mi mensaje hasta el último rincón del planeta. Que nadie diga que no lo sabía…
Tras tan inquietante intervención, en la sala se hizo un silencio sepulcral como preámbulo a un largo y emotivo aplauso que se prolongó durante largos minutos con todo el auditorio puesto en pie.
El controvertido personaje, tras una breve despedida, se dispuso a abandonar la sala perseguido por un grupo de sus más fervientes seguidores y por una joven y bella periodista que intentaba sonsacarle algunas declaraciones para un medio de comunicación local. —Disculpe, señorita, estoy algo cansado y no tengo mucho más que decir. Nadie me hará caso y las montañas me esperan. Las montañas, pacientemente, siempre nos espera. Dígale eso a los de su periódico y, de paso, que se lean “La sonrisa etrusca”. Tal vez así entiendan algo de lo que les digo.
Sabias palabras y gran libro, "La sonrisa etrusca".
ResponderEliminarQue bueno, comparto ampliamente este punto de vista, seguramente lo vamos a ver...
ResponderEliminarFantástico!!.
ResponderEliminarEl libro es estupendo. Lo leí dos veces.
Un abrazo.
Que triste que nuestro planeta esta tan intoxicado , mi padre QEPD me dijo alguna vez que volveríamos a los montes, a vivir como antes , tenia razón! que siga creciendo el numero de "homo naturalis" . Saludos costeños para ti Jose.
ResponderEliminarÚltimamente lo único que hago en mis clases es hablarle a las paredes, suelen ser más receptivas que quienes se encuentran entre ellas.
ResponderEliminarSuerte,
J.
El texto aleccionante, aunque ya Malthus, preveía esta catástrofe, donde la falta de amor, ha llevado a este menoscabo del planeta, por las compulsiones consumistas que distancian al ser humano. Un abrazo. carlos
ResponderEliminarTienes razón en todo.
ResponderEliminarYo me quedo con el libro de José Luis Sampedro, está lleno de ternura y logra que un campesino rudo vaya a Milán y allí descubra el afecto de su nieto Bruno con apenas un año de edad.
Cariños y buen comienzo de este nuevo mes.
kasioles
La naturaleza es sabia, nos dará lo que recibe. Espero que aún estemos a tiempo....
ResponderEliminarSeria y magnífica conferencia. ¿Se corresponderán los hechos con la teoría? Pensamos que sí, mientras seguimos viviendo en ciudades y contaminando el planeta. Saludos.
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