martes, 25 de enero de 2022

Hartazgo

-Todo es cuestión de seguir avanzando, Alberto. Tal vez aún seas un poco joven para comprenderlo, pero verás como al final lo entiendes -le dijo, mientras miraba la pantalla de su ordenador como si estuviese ocupado en cosas más importantes. ¡Acaso no me ves a mí! -le planteó. Tú haz como si no pasara nada. Como si todo lo que sucede a nuestro alrededor no fuera con nosotros. Solo así podrás aceptar lo que eres. Como si todo lo malo nos estuviera vetado. Como si estuviéramos tocados por la mano de Dios. Debemos de seguir avanzando como águilas victoriosas que sobrevuelan sobre millones de personas que tienen lo que se merecen. Si no han alcanzado más, no te equivoques, es porque no merecen más. Nosotros debemos avanzar orgullosos, valerosos, ostentosos, sin miedo a nada ni a nadie. Sin piedad. Exhibiendo nuestro poder sin titubeos, sin dudas, sin contemplaciones, sin flaquezas. Muéstrate siempre feliz, con tu mejor ropa, con tu mejor reloj, con tu mejor teléfono, en los mejores restaurantes, comiendo la mejor carne asada y bebiendo el mejor vino. Vete de vacaciones al mejor hotel y que lo sepa todo el mundo. Hazme caso, cómprate de una vez por todas el mejor coche y deja ya de leer esos libros tan raros que tanto daño te están haciendo. Todo eso te hará sentirte mejor, diferente, superior, estar en la cima. No te averguences de haber nacido superior, Alberto. Solo así podrás sentir la envidia de unos y el odio de otros. Que sepas que lo peor de todo en esta vida es provocar indiferencia y ni tú ni yo nos podemos permitir eso. -Creo que no estoy preparado. ¡No aguanto más!¡Estoy harto de toda esta farsa, papá! -exclamó Alberto, visiblemente excitado. Y diciendo esto, salió de aquella oficina, repleta de lujos y de diplomas de las más prestigiosas universidades, pegando un portazo que hizo temblar a todo el edificio. Al salir a la calle un gran autobús se acercaba cargado de gente normal cuya única opción de vida consistía en sobrevivir. De su cabeza, en décimas de segundo, surgió una chispa. Debió de ser como un fogonazo. Una orden inmisericorde que le llevó a arrojarse bajo aquellas enormes ruedas hartas de cargar gente sin clase, ni elegancia, ni destino, pero que contaban con la valentía para seguir viviendo que a él le faltaba. Al enterarse de lo acaecido, su amigo Lorenzo por fin entendió el mensaje que Alberto le había enviado esa misma mañana:"Estoy harto de no entender nada y de que nadie me entienda. Estoy harto de mirar para otro lado". No me esperéis para el padel.

2 comentarios: