lunes, 28 de agosto de 2023
El sapo corredor
Hace tiempo que anhelaba este reencuentro. De niño, en la pedanía molinense de La Espada, cuando caían cuatro gotas, aparecían unos pequeños sapillos, muy simpáticos, de varios colores, y de ojos saltones, que parecían mirarte fijamente como para pedirte clemencia. Por desgracia, los sapos siempre han formado parte del lado maligno de los cuentos, como ingrediente necesario para las pócimas de las brujas, o simplemente como víctima fácil de niños bravucones y despiadados con ganas de exhibir su errónea masculinidad. De hecho, una matanza de sapos en una charca, realizada por un grupo de estos niños, me marcó para siempre, y me llevó en volandas a implicarme de lleno en la defensa activa de la naturaleza. Hoy, he tenido la suerte, después de cuarenta años, de tropezarme nuevamente con uno de ellos, muy cerca de donde los veía de niño. Me ilusinó pensar que, tal vez, estaba frente al descendiente de alguno de los pocos sapos que escapó con vida de aquella matanza.
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Hemos avanzado mucho en el respeto a los animales. Creo que Félix Rodríguez de la Fuente influyó bastante en que los viéramos de una forma más civilizada.
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