sábado, 30 de noviembre de 2013

Venancio Mulero IV


La recuperación fue lenta. Las chicas, y la propia Lola, entraban y salían de su habitación, a cada rato, como Perico por su casa. Nunca antes se había enfrentado ante tal trasiego de gente, y, ni en sus mejores sueños, habría esperado encontrarse nunca con mujeres tan hermosas como las que inundaban aquel palacio de Barcelona.
Adormilado, Venancio sintió como le pasaban un paño húmedo y cálido sobre su rostro. 
-Hola Carmencita -exclamó Venancio esbozando una sonrisa.
-¡Alabado sea el Altísimo! Por fin ha despertado nuestro bello durmiente -dijo Carmen, en tono jocoso.
-¿Cuántos días llevo en la cama? -le preguntó Venancio con preocupación.
-¡Uff! Chiquillo, he perdido la cuenta. Pero casi una semana. Venias del pueblo hecho un cascajo, amigo. Menos mal que aquí estábamos nosotras, sino no sé que hubiera sido de ti en Barcelona.
Aquella ansiada conversación atrajo hacia la habitación al resto de las chicas. Y todas, una a una, se fueron presentando:
-Hola, yo soy Eva -dijo una chiquita y rubia con la piel tan blanca que mirarla hacia daño a los ojos.
-Hola, yo me llamo Luisa -dijo una chica un poquito entrada en carnes y con una sonrisa resplandeciente.
-Hola, yo soy Martina -exclamo una joven que aparentaba ser la más joven del grupo.
Y por último, le llegó el turno a Lola:
-Hola Venancio, yo soy Lola, la hermana de Matías el mesonero: ¿Ya te encuentras mejor? -le preguntó.
-Así es Lola. Llevó varios días en los que os intentaba hablar pero no podía. Todo me daba vueltas. Nunca me había sentido así, te lo juro -explicó Venancio con preocupación.
-No hace falta que jures. Todos somos humanos y enfermamos de vez en cuando. De cualquier forma lo importante es que ya te encuentras mejor. ¿Quieres vestirte? Te hemos comprado ropa nueva. No queríamos que estuvieras en Barcelona vestido con ropajes del siglo pasado. Así que, arriba muchacho, date una ducha, y vamos a probarte esa ropa. Y ustedes, jovencitas, todas a ordenar la casa, antes de que lleguen visitas.
Ante la orden de Lola, Carmencita, Eva, Luisa y Martina salieron de la habitación y Lola acompañó a Venancio hasta el cuarto de baño. 
-¿Hoy esperan visitas?, -preguntó Venancio.
-Sí, amigo, y ojalá que muchas amigo, que mucha falta nos hacen. -respondió Lola.
-Y, sino es mucho preguntar: ¿A qué se deben tantas visitas? - se interesó Venancio.
-A cuestiones meramente laborales. Cuantas más visitas, más negocio -exclamó Lola, sonriente.
-¿Acaso está casa es un negocio, Lola? -preguntó Venancio confundido.
-Así es mi joven amigo, esta casa pertenece al sindicato del negocio más antiguo del mundo -le explicó Lola, con un tono un tanto irónico.
-¿Qué es un sindicato? -preguntó Venancio, con la inocencia de la que hacía gala.
-¡Una casa de putas! Venancio. Esto es una casa de putas... y yo soy la que manda aquí cuando no está el dueño.
-¿Y quién es el dueño? -preguntó nuevamente el joven.
-¡Recorcholis! Hay que ver que preguntón nos ha salido este chico. Ya te iré contando, Venancio. Vamos a tener mucho tiempo para charlar. No se hizo Roma en un día.


6 comentarios:

  1. Me produce a mí ternura este Venancio Mulero, que parece estar entre Walkirias unas veces, y otras como gallina en corral ajeno.
    Veremos cómo sigue la recuperación :)

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  2. En mi país bien podría decirse que Venancio es un montañero recién llegado a la magia exorbitante de una ciudad palpitante...Hay Venancio viniste a aprender lo que tu inocencia así te permita.

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  3. En mi infancia conocí a un Venancio, todos los crios del barrio lo adoràbamos, hacía los helados más ricos que yo he comido en mi vida...su vida también fué peculiar...no tanto desde luego como la de Venancio Mulero...

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  4. Terminará siendo mi ídolo venancio ?

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  5. Venancio, que chico más noble de espíritu parece ser, me encanta esta historia. A seguir esperando lo que sigue.

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  6. Jajajajaja lo imaginaba las chicas trabajan para la casa, y claro cuantas mas visitas, mayores oportunidades de negocio, esta clarisimo, muy bueno si señor!!!!!

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