martes, 9 de junio de 2015

Normalidad democrática


Quiero dedicar este relato a la gente que no lee a sabiendas de que nunca me leerán. Quiero dedicar esta litografía del pintor serbio Bojan Tomasevic*, que compré recientemente en una exposición benéfica en Belgrado, a todos aquellos que en su vida han visitado una exposición de arte y mucho menos han aportado nunca un sólo euro para una causa solidaria. Ni han plantado un árbol. Ni han limpiado playas. Ni han acudido a manifestaciones en apoyo a los más elementales derechos ciudadanos. Quiero dedicar este relato a todos aquellos que el valor de su yo es tan grande que el valor que le dan al nosotros es el mismo que le dan a las cifras del desempleo o al aumento de la tasa de pobreza infantil en nuestro país.
Quiero dedicar esta sopa de letras incoherente para todos aquellos que, desde su más absoluta coherencia y la mayor de las clarividencias, se encuentran nerviosos por los cambios socio-políticos que estamos viviendo y que el pueblo soberanamente, y desde la más rigurosa democracia, ha decidido realizar. 
Quiero dedicar este relato a los que sufren porque, tal vez, la fórmula uno ya no se celebre más en su ciudad, a los que han llorado porque su equipo de fútbol ha bajado de categoría por deber millones de euros al fisco, a los que están temerosos porque ciudadanos que nunca han gobernado, ni robado, estén tomando posesión de sus actas de concejal o de diputados en sus respectivos gobiernos autónomos. Quiero dedicar este relato a los que enarbolan las banderas del miedo como último recurso desesperado para mantener su poder, y su status quo, pase lo que pase y le pese a quién le pese. 
El que teme a la democracia, el que critica los pactos entre las distintas fuerzas políticas, el que resta valor a los votos de millones de personas bajo el único razonamiento de creerse poseedor de la razón, tiene un sentido muy dudoso de la democracia. 
Los cambios son, y han sido siempre, motores de renovación, impulsores de nuevas realidades, y, casi siempre, han venido precedidos de grandes crisis como la que estamos viviendo, especialmente durante los últimos ocho años, y, de manera soterrada, desde bastante tiempo antes. De todos es sabido que, todas esas grandes y necesarias renovaciones, con el paso del tiempo, terminan deteriorándose y pervirtiéndose. La propia vida, nuestra propia existencia, es una prueba inequívoca de ello: nacemos llenos de energía y vitalidad y acabamos debilitados y, finalmente, sin llevarnos nada al otro mundo, morimos. 
La renovación no es necesariamente algo dañino ni apocalíptico, millones de personas, ejerciendo su derecho a decidir, no pueden estar equivocadas. La esencia misma de la democracia consiste en respetar las decisiones de la mayoría de sus ciudadanos.
Un país es su ciudadanía, no es otra cosa, y los ciudadanos, los españoles, le han pedido a los políticos que hablen, que se entiendan, y, sobre todo, que nos respeten. Desde el respeto todo se puede conseguir, incluso salir de esos grandes atolladeros en los que nos han metido los gobernantes que nos han faltado al respeto desde hace tantos años.

* Bojan Tomasevic es un artista serbio que sufre de esquizofrenia.

2 comentarios:

  1. Amén. Yo ayer participé en una asamblea...algo está cambiando...emocionada e ilusionada con todo lo que está ocurriendo.Un abrazo.

    ResponderEliminar