viernes, 6 de noviembre de 2015

Mazinger Z


-¿Y desde cuándo dice usted, señor Martínez, que se siente Mazinger Z? -le preguntó el terapeuta.
-Uff, ya ni recuerdo...
-Más o menos... tampoco hace falta que sea tan preciso.
-Pues por lo menos desde hace veinticinco o treinta años.
-¿Cuántos tiene ahora?
-Casi cincuenta.
-¿Y qué es lo que más le preocupa de sentirse Mazinger Z?
-Que estoy todo el día buscando a Afrodita A.
-Todos los hombres buscamos a nuestra Afrodita.
-Sí, pero yo me fijo únicamente en su pectorales.
-No se preocupe, eso nos pasa a todos.
-Sí, lo sé, pero yo los palpo para ver si están duros, y eso me trae muchos problemas.
-¿De qué tipo? -describa eso.
-Los maridos, o los novios, se ponen violentos y tienden a agredirme.
-¿Y usted qué hace en esos casos?
-¡Puños fuera!
-¿Los macea?
-Sí.
-¿Y cómo se siente después de golpearlos?
-Inquieto.
-¿Cómo que inquieto? ¿A qué se refiere con inquieto?
-Me acuerdo de mi madre.
-¿De su madre?
-Sí, de mi madre. ¿Le sorprende?
-No. No, para nada. Es normal que nos acordemos de nuestras madres. ¿Pero qué recuerda en concreto de su madre?
-Pues que ella siempre me regañaba cuando le pegaba a los vecinos.
-¿De pequeño le pegaba usted mucho a los niños?
-Sí. Y a sus padres.
-¿Cómo a sus padres?
-Sí, con doce o trece años medía un metro noventa y pesaba cien kilos.
-¿En serio?
-¿Qué ganaría con engañarle?
-¡Era todo un Mazinger!
-¡Puños fuera! -dijo de repente el paciente, mientras le atestaba al psicólogo tremendo puñetazo en la nariz.
-¿Y eso a qué ha venido? -me lo puede explicar.
-No lo sé, por eso estoy aquí. Si lo supiera no hubiera venido a su consulta.
-No sé qué decirle, nunca había tratado antes a alguien con el Síndrome de Mazinger Z. Creo que se describió algún caso hace algún tiempo en Japón, pero jamás en España.
-¡Planeador abajo! -exclamó el paciente, mientras arrancaba la lámpara de la consulta y la esclafaba sobre la cabeza del doctor.
Medio aturdido, el psicólogo, con la lámpara puesta a modo de collar, le recordó al paciente: 
-Señor Mazinger son cien euros, déselos a mi enfermera al salir, por favor.
-Claro, no hay problema. ¿Cuándo regreso, doctor? -preguntó el paciente, un tanto contrariado por la situación.
-No señor. No hace falta que regrese. Usted está perfectamente, señor Mazinger. Con la factura la enfermera le entregará el alta.
-No puede ser, doctor, no me funciona el fuego de pecho -exclamó enojado el señor Martínez.
-Entonces lo que usted necesita no es un psicólogo es un ingeniero de la NASA.
-Pues podía haberlo dicho usted antes. Disculpe las molestias. 
-No se preocupe. Mi obligación es atender a los pacientes. 
-Es usted un santo, eso es lo que es.
-¡Y usted un Mazinger!
Desde aquel día, y por razones obvias, en la clínica del Doctor Jadoroski no atienden a superheroes.



1 comentario:

  1. Menos mal que no le dio por el sadomasoquismo a esas edades al señor Martinez. Si no, pobre doctor...........

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