jueves, 30 de junio de 2016

Ana Obregón, el "Brexit", y el monje georgiano

                          
Huyendo del posado veraniego de la famosa bióloga Ana Obregón, he pedido asilo político y ayuda psicológica en el Monasterio de Gelati, en Georgia. El esperado "Brexit" británico y el posado de Ana Obregón, al parecer, a parte de mi insignificante estampida, ha causado la mayor bajada de la historia de la bolsa española y varios suicidios, uno de ellos colectivo, que sea producido en una comunidad hippy muy cerca de la localidad alpujarreña de Trevélez.
Nada más llegar, el monje Gregorio, que tiene un hermano que trabaja de fontanero en Matalascañas, me ha ofrecido su ayuda para recomponer mi moral. Antes de comenzar con su terapia de psicoexfoliación ortodoxa, me ha pedido que le mostrara las fotos del posado en cuestión para hacerse una idea más precisa de la profundidad de los daños psicológicos que he sufrido y que, a la postre, me han llevado hasta allí. 
El pobre monje negro -así llaman a los curas ortodoxos que no se casan-, célibe donde los haya, no ha podido más que encomendarse a San Jorge, persignarse en repetidas ocasiones con agua bendita, se ha pegado seis azotes en la espalda, y se colocado un cilicio en semejante parte.
La celda en la que me han acogido no tiene cobertura de móvil, ni wifi, ni ningún tipo de comodidad, más allá de un catre, un crucifijo, una manta, una palangana y una jarra de chapa desconchada. Mi dieta diaria consiste, únicamente, en tres vasos de vino, tres panecillos, tres pepinos en vinagre y toda el agua que me pueda beber hasta convertirme en sapo, si quiero. Con ello, pretenden depurarme de todo rastro de contaminación ideológica, acabar con mi desmesurado afán consumista, alejarme de los lujos y de la gran superficialidad que me corroe, y adentrarme en el mundo del pensamiento filosófico, de raíces griegas, que aún guardan celosamente en está misteriosa congregación antes de adoctrinarme en cuestiones de fe. 
Dice Gregorio que a los ingleses, como a los dragones, siempre les ha gustado ir a la contra. Que si se quieren ir, que no nos preocupemos, que se vayan con viento fresco, ya que su hueco lo va a cubrir con creces -y con cruces- la ya próxima incorporación de Georgia a la Comunidad Europea.
Durante la cena, Gregorio, de manera inesperada, me ha pedido que le mostrara de nuevo las más que sugerentes imágenes de la afamada bióloga, actriz, y presentadora en bañador cual vigilante de la playa. Mientras las contemplaba, he sentido al monje muy alterado como si hubiera visto al mismísimo dragón que liquidó San Jorge. Sus ojos se han encendido en ascuas, se ha tirado de los pelos de la barba, y, tras pronunciar a gritos varios improperios en georgiano antiguo, se ha arrancado de cuajo la sotana. Y así, desnudo como su malograda madre lo trajo al mundo, y ante la atónita mirada de la abnegada congregación, ha subido corriendo por unas escaleras que conducían al campanario y se ha arrojado al vacío al grito de -esta vez en castellano-: Ana, Dios y muerte. ¡Venceremos! En una clara muestra de rebeldía anticapitalista llena de contradicciones metafísicas y de toda índole.
La cosa ha terminado de complicarse cuando otro de los monjes, grande como un oso caucásico, le ha cuchicheado algo al oído al abad. Este, raudo y veloz, ha venido hacia mí y me ha solicitado airadamente, y haciendo ostentosos aspavientos, que le mostrara las fotografías. Le he advertido de su peligrosidad. Le he explicado que, inclusive, más allá de provocar el suicidio del hermano Gregorio, y un amago de angina de pecho a Victoria Beckham, esas fotos han sido determinantes para la salida definitiva de Gran Bretaña de la Comunidad Europea, han generado un terremoto con alerta de tsunami en el Atolón de las Bikini, y han causado la subida de los carburantes en la isla de Aruba.
Ante la gravedad de los sucesos acaecidos, el abad ha convocado de urgencia un concilio con todos los monjes que, por fortuna, no ha durado más de quince minutos, y en el cual han decidido aplicarme un exorcismo leve y retirarme temporalmente el teléfono móvil.
Lo del exorcismo no ha sido gran cosa, me esperaba algo más, la verdad. Todos los monjes, enfervorizados, rezaban a mi alrededor mostrándome sus cruces y arrojando sobre mí agua bendita. Sin duda, lo peor que estoy llevando es lo del móvil.
Fruto de la libertad que me han brindado estas acogedoras personas para moverme por el monasterio a mis anchas, y gracias a un turista polaco con gafas y cara de buena persona, he podido subir esta nueva entrada al blog. Quiero decirles que me siento redimido y eso que aún no hemos profundizado en cuestiones teológicas. Trabajo de sol a sol en el huerto del convento y ya he perdido tres kilos y medio en una semana. La voluntaria reclusión apunta bien ya que la semana que viene me van a conceder el privilegio de comer setas y beber zumo de cereza, y, encima de todos estos privilegios que estoy alcanzando día a día por mi buen comportamiento, no me tengo que afeitar y debajo de la túnica no llevo nada. 
Ser monje célibe es mucho mejor de lo que pensaba. Vaya que sí. Ya me las iré apañando como sea para escribirles. Y si ven que no les escribo ya saben adónde encontrarme. 

6 comentarios:

  1. ¡No sé si irme yo también un par de semanas a ese antro de bendición!
    Pero eso sí, no se le ocurra mostrarme las susodichas fotos...
    Salu2 conventuales, jfb.

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  2. No vendrían mal unos días así .

    Dejando aparte famoso posado veraniego.

    Un abrazo. Feliz fin de semana.

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  3. Pobre monje y eso que no vio mis fotos jajaja ya salte de ahí!! que locura jajaja

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  4. Jajaja, que locura....los monjes, las fotos de Ana, el Brexit, San Jorge, etc.....divertido relato....

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  5. Ya me irás contando, no crea que sea un sitio idóneo para mí. Mi sitio estaría destras de la cámara del que izo el fantástico reportaje de la Obregón.
    No todos podemos meditar del mismos modo.
    Saludos

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  6. Vengo a saludarte hoy que pude entrar rapidamente al internet.

    Feliz verano.

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