lunes, 20 de junio de 2016

¡Vuelve Tomasa, vuelve!


¿Han visto por ahí a una tortuga?. Aparentemente, es una tortuga muda, sorda, y lenta, muy lenta, pero yo la quería mucho porque era mía. La perdí hace algún tiempo. Dicen que se marchó corriendo, diciendo improperios, harta como estaba de escuchar tantas sandeces por televisión. Ella era tan aficionada al tomate y a la lechuga como de apostarse debajo de la mesa de camilla para ver la televisión. Y esa mala costumbre fue la que, al final, le acabó pasado factura. 
Elegante vegetariana vintage. Dura de mollera y de caparazón. Aún recuerdo, como si fuese ayer, cuando le atacó un perro salchicha afanado por comer otra cosa que no fueran croquetas liofilizadas. Mi tortuga, del susto, estuvo dos semanas sin salir de su confortable coraza. A diferencia de otras tortugas que son más de asolearse y de abstraerse de la actualidad, ella era mucho de leer. Leía con pasión a los ensayistas centroeuropeos críticos con el comunismo y defraudados por el capitalismo. Siempre tuvo, mi tortuga, grandes convicciones socialdemócratas. Sé, de buena tinta, que era una devota apasionada de Willy Brandt. De hecho, nacieron por las mismas fechas. Mi tortuga era más vieja que Cascorro y había puesto durante su dilatada vida la nada despreciable cantidad de treinta y dos puestas con una media de quince huevos en cada una. Mi añorada tortuga se fugaba de casa, de manera incontrolada, trepando cada primavera por el balcón, como hacen los gatos, para aparearse con todos los tortugos que encontraba por el barrio. Luego, tullida y decrépita, a la par que plenamente satisfecha, regresaba a casa poniendo cara de no haber roto un plato en su vida.
Una vez se equivocó de casa y se metió en la del vecino. Aún recuerdo la depresión que agarró la pobre cuando se enamoró de unos zapatos de piel de cocodrilo que mi vecino se había comprado en su viaje de novios a México. Al final, el vecino se percató de la ocupa que tenía en su armario zapatero y me la devolvió cuando yo ya la daba por perdida. En uno de esos zapatos ella depositó la nada despreciable cantidad de dieciséis huevos, que se malograron al sufrir un ataque de hongos.
Tomasa, que así se llamaba mi adorable tortuga, siempre fue para mí como una hermana. Yo nunca fui de perros, ni de gatos, ni de otro tipo de animales de pelo ni pluma, de hecho, Tomasa fue, ha sido, y será para siempre, mi única mascota, ya que su silenciosa presencia no la consigo reemplazar con ninguna otra.
Se perdió al día siguiente de ver en televisión un programa de cocina tailandesa en el que un cocinero bizco preparaba una sopa de tortuga. Esa noche, antes de su definitiva marcha, sentí en sus ojos que ya no confiaba en mí. 
Mi vida, sin Tomasa, y sin sus cagadas con olor a huevo podrido esparcidas a discreción por el suelo de mi casa, ya no es la que era. Por favor, queridos y solidarios lectores, si ven por ahí a mi tortuga les ruego que la recojan y me la regresen. La podrán reconocer porque siempre lleva el libro que anda leyendo sobre el caparazón y, por la edad, lleva gafas para ver de cerca.
Se recompensará.

20 comentarios:

  1. Si el personaje de tu historia( esa amada tortuga) "leyese esto" correría olvidando " su lentitud"cual pájaro en busca de su nido.
    Me gustó el relato
    Abrazo
    Fina

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    1. Espero que vuelva pronto, aunque sea por navidad como el turrón. Saludos, Fina.

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  2. Me gustaría encontrarla.
    Seguro que no te ha olvidado.
    Lindo relato.
    Un abrazo.

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    1. Es una tortuga con mucha historia, Amalia, tan sólo su presencia transmite tranquilidad, como cuando nos sentamos debajo de un gran roble. Saludos.

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  3. jajaja qué divertidooooooooooooo! hasta cocodrilos de México !!! ;)

    Si la encuentro yo te la llevo!!! :P

    Saludos =))))

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    1. Sí, Liliana, a mí casi me arranca un brazo uno de ellos en el Cañón del Sumidero. Saludos.

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  4. Esta Tomasa es como la de la canción:

    Y tú: Estoy tan enamorado de la tortuga Tomasa
    que cuando se va de casa, triste me pongo.
    Ay, ay, ay!
    Vale iré preguntando a los tortugos del barrio... pero me temo que con todas las cualidades que posee te la birle cualquiera.

    Saludos.

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    1. Eso me temo, seguro que me piden un rescate... Zarzamora. Con las zarzamoras se hacía la zarzaparrilla..Saludos

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  5. Pobre tortuga, invadida por el miedo y la desconfianza...seguro te escribirá y contará sus aventuras.
    Abrazos!

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    1. Ese cocinero tailandés me ha fastidiado la vida, Esmeralda. Saludos.

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  6. Casualmente un amigo me regalo el otro día una Testudo hermanni, especie autóctona, y mi hijo ajeno a este bloc no se le ocurrió otro nombre para ella que....., Pepe

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  7. Fabuloso tu relato, me ha dejado sonriente por las aventuras de Tomasa y un poco preocupada por tu nostalgia.

    Saludos!

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    1. Era muy sensible, Taty, y no se le escapaba una. Saludos

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  8. A veces hasta los malos olores se echan de menos...

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  9. Qué ofreces de recompensa?
    jaja yo te recomiendo que tengas gatos, son higiénicos y no tienes que recoger su caca porque la entierran jajajaja.
    Cariños
    mar

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    1. Ofrezco un relato de agradecimiento, y lo de los gatos me lo voy a plantear. Un abrazo, Mar.

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  10. ¡Lo mismo se ha largado a Jólivud al castin de Tortugas Ninja 25!
    :)
    Salu2.

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