domingo, 23 de abril de 2017

Me reencarnaré en tortuga


Por mucho que lo pienso, no doy crédito a la relación tan fuerte que se ha creado entre esa tortuga y yo. Bueno, en realidad debería decir tortugo, porque se trata de un macho. Permítanme aclarar que las tortugas son de los pocos animales que no tienen distinción por cuestiones de género. Me refiero a distinción lingüística, ya que físicamente sí que se diferencian con bastante facilidad. Pero no pretendo convertir ésta declaración en un tratado de biología, lo que me interesa abordar es la relación que, tras el incidente con el perro de mi hija, se ha establecido entre esa tortuga y un servidor. 
Lo primero que debo aclarar es que amo a las tortugas desde que tengo uso de razón. No a las tortugas en general, que también, amo especialmente a las de tierra, a las de mi tierra. Amo su tranquilidad, su parsimonia, su lentitud, su indefensión, su vulnerabilidad. Desde niño, he sentido que necesitaban de mi protección. Tal vez por eso, he desarrollado un instinto de protección tan grande que me lleva a proteger, inclusive, hasta mis propios enemigos, a los que presiento, erróneamente, tan indefensos como a mis tortugas. ¡Craso error!
Sé que no es normal. Sé que un hombre hecho y derecho y con pelos en el pecho, como yo, no debería andar perdiendo el tiempo en este tipo de relaciones, pero las cosas pasan porque tienen que pasar.
El perro de mi hija Yolanda, en su primera visita a mi casa, haciendo alarde de su condición de lobo, aunque externamente no lo aparente, quiso demostrar su supremacía en la cadena trófica intentando merendarse a mi tortuga. Y fue gracias a mi hija, que se percató del ataque, por lo que mi tortuga aún lo puede contar. Gracias a eso, y gracias a que, en ese momento, estaba en casa mi amigo Carlos, que para muchos es el prestigioso pintor Carlos Pardo, pero que para mí, sencillamente, es mi amigo Carlos, y que sabe tanto de pintura, como de pianos, como de pozos artesianos, como de agricultura, informática, física cuántica, mil doscientas treinta y seis cosas más... y también de veterinaria. 
La cuestión es que Carlos la curó con la misma facilidad con la que, de la nada, pinta un cuadro que te quita el hipo. A todo esto, a mi hija casi le dio un jamacuco.
Lo importante es que, tras este inesperado incidente, la tortuga está mejor que antes y la relación entre todos, incluso con el perro, se ha visto fortalecida. 
Hace un ratito, por ponerles un ejemplo, ella estaba frente a mí. Yo estaba, al sol, leyendo "Confabulación" del escritor Carlos del Amor y ella se había situado sigilosamente en frente y me miraba con ternura. Intuía que ella era feliz viéndome leer al escritor que tiene por costumbre humanizarnos el Telediario, como intuyo que se pone triste cuando agarro mi maleta y pongo tierra de por medio.
Como les decía, ella estaba frente a mí pero de tal manera que yo no la alcanzaba a ver porque, entre ambos, se interponía el libro que estaba leyendo. Me asomé a mirarla por un lado del libro y ella giró su cabecita, como hiciera un perro, para que fuera consciente de su atención. Hice lo propio por el otro lado del libro, y mi tortuga repitió de manera automática el movimiento hacia ese mismo lado. 
Disfruto mucho viéndola comer, casi tanto como disfruto viendo comer a mis hijas. Ésto evidencia que, pese a ser un reptil de sangre fría, la he aceptado plenamente como parte de la familia. Y ella lo sabe. 
Le encantan las fresas, las manzanas, los tomates, las lechugas, las judías verdes y tomar el sol, tanto como a mí los cafés con leche de soja y miel.
Lo peor, o lo mejor, que tiene mi tortuga es que no es muy habladora, pero para mí, que soy muy optimista, ésta singularidad me ofrece la posibilidad de establecer diálogos imposibles que nadie más que ella entendería.
Para mi próxima vida ya sé lo que quiero ser.

11 comentarios:

  1. Yo tuve dos tortugas, creo que alguna vez te lo comenté. Cuando vives con ellas descubres su inteligencia. Y no te deja de sorprender el vínculo que se establece con este animal en apariencia TonTón y que para nada lo es.

    Te comprendo a la perfección.

    Mil besitos :)

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  2. Las veo nadar en el lago Y desde el balcón las admiro.
    Las Hay grandes pequeñas inmensas.
    Deleitan mis ojos a diario
    un abrazo desde lo lejos

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  3. Qué ternura tu relato....

    Saludos =)))

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  4. Me gusta ese cariño a las mascotas,en este caso a la tortuga y me hace gracia cuando dices que estas leyendo un libro y la miras por un lado y ella vuelve la cabeza ,como si de un perruco se tratara para ver lo que haces.
    Tuvo mi hija también una tortuga y son muy dulces y las tienes cariño porque de alguna manera los animales y los dueños,se entienden ,se comunican.
    La imagen es muy buena.Me parece una ilustración especial.
    Besucos

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  5. La comunicación con los animales es necesariamente a través del lenguaje corporal. Interpretando bien sus movimientos se llegamos hasta escuchar las palabras visuales que nos transmiten. Mi hijo, que tiene cinco años, juega muchas veces a imitarlos y es él quien nos traduce lo que nos quieren decir, aunque, a veces, la imaginación le puede.
    Saludos

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  6. Bonita y tierna entrada. Pues haces muy bien con tenerle ese cariño, y que te quieras reencarnar en tortuga me parece una ideal fenomenal, ya que es de los animales que más años vive.

    Salud

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  7. Es tan tierna la historia de tu tortuga ,que aun puedo ver sus pequeños ojos mirándote leer y también puedo ver ,tu sonrisa feliz y serena,me agrada tu relación con esa tortuga ,que a pesar de haber tenido un fatal accidente y haber perdido a su hermana sigue ahí contigo,cuídala mucho ,y dinos como se llama yo creo que a todos nos gustaría saber ...que bueno que decidiste ser tortuga , ellas viven muchos, pero muchos años .

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  8. No hay nada mejor que una buena tortuga que calle y escuche cuando le hablamos sin cesar esos relatos imposibles que la Vida nos depara.
    Cuídala mucho.

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  9. Las mascotas hacen mucha compañía y se las toma mucho cariño.
    Muy linda la historia.
    Un abrazo.

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  10. Nunca he tenido demasiada relación con tortugas, pero has conseguido humanizármelas. Casi diría mejor tortuguizármelas, que no quiero ofenderlas.
    Saludos.

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  11. ¡Menos mal que el susto quedó en susto!

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