jueves, 8 de marzo de 2018

Mundo


Les escribo desde el sótano. De vez en cuando me sienta bien un cambio de escenario para escribir. El sótano de mi casa alberga un sinfín de recuerdos, de tal manera que, en cada cajón, cada estante, o en cada caja, puedo encontrar un jirón de mi vida con los que podría escribirles, al menos, otros mil relatos tan malos como los anteriores. Porque aunque sé que la cosa no tiene gran mérito, creo que me estoy acercando vertiginosamente a esa cifra tan significativa de textos; como es también significativo que me quedan cuatro siestas para cumplir los cincuenta años. 
Sobre la mesa que tengo en el sótano, a modo de escritorio, tengo un montón de cachivaches. De hecho, aún se encuentran los dibujos del pintor mexicano Leobardo Huerta, que compré durante mi último viaje a Ciudad de México el pasado mes de octubre. También una caligrafía de las que emplean los niños uzbecos en el colegio, que compré en un supermercado de Taskent, en cuya portada luce un retrato de Abu Rayhon Beruniy (973-1048), uno de los grandes sabios del mundo musulmán y que destacó en matemáticas, física, medicina, cartografía, astronomía, farmacología, filosofía y que fue un gran viajero. Abu Rayhon y yo, salvando las distancias, coincidimos en lo de filósofos y en lo de viajeros. Incluso, pensándolo bien, él sería un gran apasionado de la antigua Persia, a la que pertenecía el actual Uzbekistán, y a mí este país es que me lleva loco. Este señor tan ilustre fue coetáneo de Ibs Sina ( 980-1037), más conocido por estos lares como Avicena, el médico más sabio del que se tienen noticias y que escribió, entre otros, el famoso “Libro de la Curación” y no menos conocido “ Canon de Medicina”. 
Uzbekistán, tan lejano como desconocido, tiene mucho que ver con nosotros ya que fue cuna del Imperio Omeya, al que pertenecía el Califato de Córdoba, de tal manera que mientras por aquella época, en gran parte de Europa reinaba el hambre y el oscurantismo, el mundo musulmán disfrutaba de una efervescencia cultural de la que luego han bebido muchas otras culturas y de la que aún, hoy en día, nos beneficiamos de sus logros y descubrimientos. Sin ir más lejos, aún en Murcia disfrutamos, aunque disminuida y acorralada por la especulación y el urbanismo descontrolado, de la maravillosa Huerta de Murcia, y de los sistemas de riego que los musulmanes desarrollaron para convertir una zona pantanosa e insalubre en un espacio agrícola altamente productivo durante siglos. Aún en parte se conservan sus acequias, azarbes, azudes, norias y contraparadas en un sistema de irrigación que revolucionó el mundo de la agricultura y contribuyó al desarrollo de las grandes ciudades.
En otra esquina del escritorio, aún sin colocar en los estantes, a modo de tesoros, acumulo libros y catálogos de cientos de artistas y exposiciones, en entre los que se encuentra un bonito catálogo que me regaló Artur —mi políglota compañero de viajes— del pintor polaco Tadeusz Kantor; un catálogo publicado por el Instituto Cervantes de la capital polaca sobre la producción pictórica que desarrolló el artista a raíz de un maravilloso viaje que disfrutó por España. 
Sobre ese catálogo de arte, aún a la espera de su turno, se encuentra un libro del madrileño Andrés Barba, y que lleva por título “República luminosa”. Curiosamente, y no sé muy bien explicarles el motivo, entre sus páginas sobresale un billete de avión Estambul-Almaty.
A poco que tiramos del hilo, todo está conectado. Qué pena que haya tanta gente que se crea el ombligo del mundo, que carezca de memoria, y tan alegremente sean capaces de darle la espalda a la realidad. 
Claro, que sí lo hacen será para intentar convencernos de lo contrario. Yo soy más de pensar en que somos la suma de todo. Somos, queramos o no, la misma cosa. Cada uno de nosotros somos una pequeña parte del mismo mundo. En lugar de aislarnos y regocijarnos en la diferencia, deberíamos dar más valor a nuestra diversidad y a todo lo que nos une. 
En nuestra lengua, el castellano, habitan muchas lenguas: latino, árabe, griego... 
El pegamento necesario de esta particular visión del mundo es la cultura, y su disolvente más corrosivo la ignorancia.
Cuánto más viajo más me convenzo de que sólo hay un mundo, y ese mundo, por mucho que nos pretendan separar, o dividir, o enfrentar, nos pertenece a todos.


8 comentarios:

  1. Con mejor o peor fortuna, pero todos estamos en el mismo sitio.
    Saludos.

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  2. La cultura abre la mente.
    Un saludo, feliz día

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  3. Los sótanos como los áticos siempre me resultaron lugares mágicos, donde refugiarte y crecer

    Besos :)

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  4. A mi me enganchas cada vez que te leo, así que tan mal no debes de escribir. :)
    Sobre el sótano... cada cual como quiera. A más bien me dan miedo jeje

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  5. Leerte siempre es un placer.
    Un abrazo.

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  6. Tú escribe en el sótano, en la azotea, en el avión, en el hotel, donde gustes, que a nosotros igual nos encantas.
    Todos necesitamos de todos y nuestro país es el planeta tierra. Lindo, eh?! Harto utópico, pero lindo... y posible.
    Felicidades por lo que pase después de esas siestas. O sea, abrazo grande por tu cumple, todas las bendiciones!!!

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  7. A mí también me encanta leerte. Besitos y si es tu cumple, muchas felicidades.

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  8. ¡Y seguro que te pusiste a escuchar: buscando en el país de los recuerdos, tururu...!

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