jueves, 3 de mayo de 2018

Conan el del tractor


Haciendo honor a la justicia les debo confesar que conducía abstraído por el hipnótico influjo del amarillo infinito de la dehesa extremeña, y por la magia que siempre me trasmiten sus encinas centenarias, cuando, de repente, me di cuenta de que un jabalí, de al menos doscientos kilos, se cruzaba en mi camino. Ante semejante contratiempo, pegué un volantazo en plena carretera nacional y, gracias a que el destino se apiadó de mí, alcancé a meterme por un carril lleno de barro que milagrosamente encontré a mi derecha. 
El claxon de un trailer que venía detrás hizo que reconociera que mi maniobra no había sido demasiado ortodoxa, lo mismo que el camino embarrado hizo que, de ipso facto, comprendiera que mi vehículo no era el más apropiado para moverse por aquellas arenas movedizas a las que había sido invitado a revolcarme por tan despistado gorrino. Arenas movedizas y empantanadas, ya que el agua de aquel improvisado estanque lleno de barro llegaba casi a la mitad de la puerta de mi coche.
Para mayor desastre, y como dicen que las desgracias nunca vienen solas, el brusco giro hizo que mi teléfono móvil saliera despedido por la ventana, y que se perdiera entre aquel lodazal más propio de una ciénaga que de un camino agrícola de servidumbre.
Y ahí me quedé bloqueado, sin teléfono, rodeado de barro y más barro, entre aquel manto bucólico de amarillos infinitos, y con una cara tremenda de gilipollas.
Iban pasando rapidamente los minutos, y el amarillo dejó de brillar al mismo ritmo que la luz del astro rey perdía su intensidad. Ya estaba dispuesto a abrir la puerta, a pesar de que el barro inundaría mi vehículo de alta gama recién estrenado, cuando unas luces surgieron en la lontananza.
Y entonces fue cuando apareció Conan, un búlgaro que, de joven, a buen seguro, representó a su región en los campeonatos nacionales de halterofilia. Un búlgaro en cuyo cuello se podrían enroscar, perfectamente, dos cabezas. Un búlgaro encaramado a un tractor fabricado en Japón en plena dehesa extremeña. Por un momento pensé que mis plegarias habían sigo escuchadas en las Naciones Unidas. Por un momento pensé que ese búlgaro, de la mismísima Bulgaria, era San Cristóbal, santísimo patrón de los automovilistas en apuros. 
—¿Qué hacer usted ahí? —preguntó el centroeuropeo.
—Disfrutando gratis de una sesión de spa —le respondí con ironía. 
—Los barros van muy bien para pieles secas -exclamó el búlgaro como lo haría todo un experto en dermatología.
—¿Cree usted, buen hombre, que me podría remolcar hasta la carretera? Se lo agradecería eternamente. 
—No vivo yo de agradecimientos. Mi madre está enferma. Con mi esposa de Bulgaria tengo seis hijos y con mi esposa española tengo otros tres. Pero por cincuenta euros se podría solucionar lo suyo de usted —me propuso el tractorista con menos remordimiento que planificación familiar.
—Cuente con ellos, pero sáqueme de este lodazal, por el amor de Dios —le requerí.
De tal manera que, cerrado el acuerdo económico, aquel grandullón enganchó un cabrestante a mi coche y me sacó del fango.
—Aquí tiene usted sus cincuenta eurazos -le dije ofreciéndole el billete.
—¿Y no habrá una propina para pañales? —me requirió lastimosamente el del tractor. 
—¿Y no sería mejor que pidiera usted propina para comprar condones? Vamos digo yo….
Les tengo que reconocer que la broma no le hizo mucha gracia…

12 comentarios:

  1. Es que la gente de pueblo, aunque sean del antiguo imperio búlgaro, somos especiales. Te topastes con el espavilao del pueblo.
    Saludos

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  2. Olá, José
    Adoro o humor que sempre imprimes aos teus textos!
    Temos que reconhecer que 50 euros não foi muito mau para te tirarem do lodaçal.
    Se não tivesses perdido o telemóvel e chamasses o pronto socorro... seria muito mais caro! :)))))

    Bom Fim-de-semana
    Beijinhos
    MARIAZITA / A CASA DA MARIQUINHAS

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Que bueno me ha encantado. ¿ No sería cerca de mi pueblo ? jajaja. Besitos.

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  5. Ha sido un placer leerte, gracias por tu estilo al escribir que siempre arranca sonrisas.
    Cariños y buen fin de semana.
    Kasioles

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  6. Me gustó mucho este relato. Me reí con el final ¡vaya ocurrencia! Y aprendí de que se trata la dehesa extremeña, google mediante, pues no sabía de que se trataba.
    Y digo yo...¿recuperaste el celular? Jajaja muy bueno!
    Un abrazo

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  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  8. Muy buen relato, adornado por tu habitual sentido del humor.
    Saludos.

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  9. Estupendo relato.
    Excelente humor y, como siempre, un placer leerte.
    Un abrazo.

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  10. Un vehículo 4×4 todo terreno para esas sesiones súbitas de barro. Potente el santo auxiliador de conductores en aprietos. Jajaja.
    Abrazo grande.
    *Súper divertido relato... como es tu costumbre.

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  11. Sonrisa!!No me espera ese final,pero me ha gustado todo el relato.
    Imagino que el apuro de estar tanto tiempo solo y en ese barrizal no fue nada agradable.
    Al menos,no cayó por un precipicio...
    Lo relatas muy bien y es simpático!!
    Besucos

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  12. Yo también fui muy fan de Conan el Destructor.¡Muy divertida historia!

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