sábado, 2 de marzo de 2019

Elecciones a la vista



Antes de vendedor de tintes y crecepelos fui camarero durante doce años. Por experiencia, les diré que la barra de un bar es un lugar, muy digno, del que podrían aflorar grandes tratados de psicología y sociología; universidades populares en las que todo hijo de vecino se postula como catedrático o, cuanto menos, como ponente u oponente de las más variopintas opiniones. 
Y hace un rato estaba yo ahí de nuevo, en la barra de un bar pero esta vez al otro lado, apurando un café, mientras escuchaba lo siguiente:
-Paco, capullo, entérate de una vez: ¡a mí no me interesan los partidos que adoran a las banderas sino los que respetan a las personas! -gritaba un tipo con la vena del cuello inflamada y la cara colorada como un tomate maduro.
El tal Paco miraba al disertador con la cara desencajada, como sobrepasado por la grandiosa profundidad de tan sencillo discurso. 
Pues eso es lo que les quería contar. Ni más, ni menos, ni menos, ni más.
A buen entendedor, pocas palabras bastan.





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