Ahora sí. Por fin. Tantos años queriendo ir a conocer a las momias de Guanajuato y ya llegó el momento. Hacía fresquito en la mañana. Entre túnel y túnel, llegamos a la ciudad mexicana de Guanajuato, ciudad bonita donde las haya, por algo ostenta el título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad, y no es para menos. Bulliciosa y juvenil, tiene una famosa y bien conservada universidad. Sus calles se inundan por el color de las mercancías que salen a rebosar de las incontables tiendas y puestos callejeros, esperando las compras impulsivas de miles de turistas que forman parte del impresionante decorado urbano. Casi todos ellos a buen seguro, no dejarán de llevarse algunos de los cientos de souvenirs relacionados con las momias, que junto con la impresionante belleza de la ciudad, conforman su principal reclamo turístico.
Poco más de tres euros pagué por la entrada. Nos enganchamos rápidamente a un guía, que iba explicando con todo lujo de detalles, más o menos fidedignos, la historia de los finados y el porqué de su misteriosa conservación. Todos los asistentes escuchábamos con mayor atención conforme la información se tornaba más macabra. Los humanos somos así, nos gusta mucho el morbo. Así que la mujer que fue enterrada viva, la madre que murió de parto y esta juntito a su hijito que nunca alcanzó a vivir, pero que sin proponérselo disfruta del título mundial de ser la momia más pequeña del mundo y ser fotografiado cientos del veces al día, sin recibir un euro de derechos de autor, hacían las delicias de los visitantes. Así es la vida, unos nacen con estrella, otros nacen estrellados y otros... ¡ni nacen, buey!
Ya a la salida, nos despiden unas cuantas momias de pie, como haciéndonos el paseíllo. Lo que más me molestó fue el señor de la foto, que no cesaba de mirar, con mala educación, la abertura del pantalón del "Momio", a quién alguien descaradamente, debió quitarle el cinturón, y ahora lleva toda la eternidad soportando como se le van cayendo los pantalones, ante la mirada indiscreta de todos los mirones del mundo.
Eso me recordó algo que siempre me decían de pequeño en mi casa cuando me veían con la bragueta abierta:
-¿Cómo te llamas?
-Pancho Pilila.
-Pues abróchate la bragueta que se te ve el apellido...
Cuando visiten Guanajuato, no se lo pierdan por favor, no dejen de perderse por sus callejones, especialmente por el Callejón del Beso, donde por unas monedas, le repetirán como autómatas la leyenda de Doña Ana y Don Carlos. Si van con pareja ya saben, en el tercer escalón, que está pintado de rojo, bésense apasionadamente y por arte de birlibirloque, tendrán asegurados quince años de puro amor.
Así es Guanajuato, historias, leyendas, magia y fantasía.
Quien tuviera unos cientos de Euros de dolares no por que esos ya no alcanzan para nada y una buena pareja ir al escalon rojo y dar un beso apasionado asi no te aseguren 15 años de puro amor.
ResponderEliminary si tienes toda la razon eso es un mundo magico. gracias por el viaje imaginario pero viaje al fin y alcabo.