Estamos hartos y aburridos de escuchar esa argumentación, pero cada vez tengo más claro que es totalmente cierta. Si no que me lo digan a mí.
Compramos estas bicicletas, quizás pensando más en lo estético que en lo práctico. Suele ocurrir... o ¿voy a ser yo el único que en ocasiones piensa con los pies? La cuestión es que nos dimos cuenta de que en lugar de ciclistas parecíamos artistas del Circo Price. Sobre todo por los comentarios y las risas de las personas que se cruzan en nuestro camino. Siempre se ha dicho: más vale dar risa que lástima. Nuevamente estoy de acuerdo con el refrán. Pero volviendo a la cosa del tamaño, nos hemos dado cuenta de que para mover esas bicicletas y debido -supongo yo- al diminuto tamaño de sus ruedas, para avanzar un kilómetro tenemos que pedalear diez veces más que si estas fueran unas ruedas como las demás. Pero no lo son.
Pensando en positivo, ya que no había forma de que me devolvieran el importe de mi dudosa inversión, llegué a la conclusión de que estas miniaturas tienen infinidad de ventajas que gustosamente les voy a enumerar.
Primero: Las dos bicicletas me caben sobradamente en el coche.
Segundo: En un kilómetro quemamos más calorías que con las bicicletas convencionales.
Tercero: La risa que provocas se te contagia, de tal manera que haces deporte y te tronchas de la risa.
Cuarto: No caigo ahora mismo, pero si encuentro alguna causa más lo anunciaré.
Lo que han conseguido estas bicicletas es que hagamos deporte. Sé de mucha gente que tiene bicicletas enormes y nunca las utiliza, por lo que he llegado a la conclusión de que lo importante no es el tamaño, sino darle buen uso a lo que se tiene.
Las personas tenemos la fea costumbre de desear todo aquello que no tenemos, pero cuando por fin lo poseemos, ya ni lo usamos, por grande y ostentoso que esto sea.
Nosotros a pedalear y el que no pueda... a patalear.
Por cierto, me hizo mucha gracia el nombre de la panadería "El Pantalones"...¡con dos cojones!
No hay comentarios:
Publicar un comentario