Este afamado local de ambiente en la capital de Estonia estaba casi vacío. Las calles de Tallin, por la intempestivo de la hora, tampoco estaban demasiado transitadas, trasmitian una sensación de tristeza, de crudo invierno en el norte de Europa, donde todo es nieve y frío. Pero esta noche no era para tanto, de hecho, el termómetro nos gratificaba, quizás por el esfuerzo de todo el día, con una temperatura de uno sobre cero. Menos frío que en Albacete. Caminamos, Sylvain, Rubén y yo, animados por la bonanza climática, por el precioso e incomparable casco histórico, donde nos tropezamos con una pista de hielo, en ella, una chica solitaria, daba vueltas y más vueltas como una autómata. Me recordaba, en cierto modo, a los patitos de goma de las ferias, que daban vueltas y vueltas esperando un taponazo proporcionado por aquellas viejas escopetas de aire comprimido, que te hacían fallar cuando apuntabas y acertar cuando tirabas al tuntún.
Proseguimos el gélido paseo, intentado no rompernos la crisma por las placas de hielo que alfombraban todo nuestro recorrido, cuando decimos refugiarnos en el Butterfly. Tomamos una botella de sidra de Normandía y disfrutamos de un local decorado con muy buen gusto y en el que contemplé una exposición de collages que no me disgustó.
Me llamó mucho la atención el de un gran colibrí. Cuando estoy en México, sobre todo por el sur, me gusta levantarme temprano, cuando hay jardín en el hotel, y ponerme a observar a los colibríes. Es una experiencia única. El último lo vi en León (Guanajuato) y mira tú por donde aquí lo encuentro dibujado a escala 1:1000. No se si en realidad, aquel colibrí tan sutil, aguantaría estas temperaturas tan extremas, pero seguro que disfrutaría de una belleza como la de esta ciudad, aunque pensándolo bien, mejor que venga en verano.
Consejo práctico de Katri (la mejor traductora de Estonio-Español de Tallin) para visitas a esta ciudad en invierno: ¡Atención! El suelo resbala más que los aseos de una discoteca a las cuatro de la madrugada, y mucha precaución también al pasar por debajo de las cornisas, de vez en cuando caen unas piedras de hielo que son capaces de abrirte la cabeza.
No quiero terminar esta entrada sin rendir un tributo solemne a la belleza de las mujeres de Estonia, como decía nuestro amigo Jesulín de Ubrique: En dos palabras im-presionante.
Quien creyera jose que tus extenuantes viajes resultan al ojo de quien ve tus fotos algo asi como una paradoja: "que cruel resulta estar fuera de casa en esta delicia de aposento, mas con una compañia que disfruta sus poses de aristocratas recien titulados uno con un buen libro en la mano y el otro con una copa seguro de buen y exquisito vino quien trabajare asi que mejor viva de la renta.
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