Me repito más que el ajo, como diría la Beckham, pero yo no aflojaré los veintitantos eurazos para entrar en ARCO porque no me da la gana. Faltaremos muchos a la cita, en la que disfrutábamos años atrás, viendo lo más representativo y vanguardista de New York, Berlín, Buenos Aires, Barcelona u Ourense. Quizás aburrido por los tumbos que ha ido dando la feria o, tal vez, por la propia reiteración de las propuestas de artistas y galeristas. Poco nuevo y poco bueno. Mucha provocación, mucha pornografía, demasiado conceptualismo, y poca capacidad de sorprender a los que llevamos muchos kilómetros de exposiciones y ferias.
No estarán tan poco esa preciosa cara de mujer, esa espiral que esconde un ordenador de un hotel, esa foto de una biblioteca en una ciudad alemana, ni tan poco el trasnochado señor del sombrero, sacado de una comuna hippie de los años sesenta.
Tal vez Arco y este señor del sombrero, estén un tanto trasnochados y fuera de lugar, como formatos de otro tiempo que se empeñaran en morir defendiendo su estilo, aunque este huela ya a retestinado.
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