miércoles, 23 de febrero de 2011

Cataclismo


Cataclismo en los bancos, en las empresas, en los gobiernos, en los países árabes. Cataclismo en el estado del bienestar que a la postre era un mero espejismo. Cataclismo por la cultura de la incultura, del pelotazo, del tuneo y del aparentar. Cataclismo en el respeto al diferente, al inmigrante y al homosexual. Vivimos tiempos convulsos, revueltos y caóticos. La seguridad cambiada por la inseguridad, la solvencia por la insolvencia, la esperanza por la desesperación. Tiempos jodidos amplificados por la codicia del que se regocija del moribundo en lugar de salir en su auxilio. Los hay dispuestos a sacar buena tajada de la situación, de quedarse con la poca salud del que agoniza, y cuando lo logren, no sentirán ni el más mínimo remordimiento. Aunque el muerto se llame España y todos sepamos el nombre de sus ansiosos y diestros sepultureros.

Quizás sea una forma loable de expresar el amor por este país con el que a muchos se les llena la boca, aunque ese arrebato de amor nos conduzca a todos hacia el cataclismo.

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