Cuando me dan brotes de melancolía, mi cuerpo, incontrolado, baja las escaleras en dirección a mi húmedo y oscuro sótano. Ignoro si esto es sólo una cuestión personal o todos, en mayor o menor medida, tenemos un sótano, una cafetería o un banco en un jardín, donde reencontrarnos con nuestro pasado o con nuestros objetos perdidos.
Tras bajar dieciséis escalones -que me separan de mis recuerdos y de mis trastos- abrir la puerta y rebuscar en un cajón, apareció un viejo cuaderno de dibujos que realicé durante unas vacaciones en Holanda allá por el año 96. Sigo pensando en cómo tuve el atrevimiento de realizar un cuaderno de viaje con dibujos sin saber dibujar, pero con ello, me he dado cuenta de que yo soy así. Todo lo que hago lo hago sin saber. Lo que me diferencia de mucha gente es que yo hago cosas, mientras que otros se excusan en "no saber" para no hacer nada. Yo prefiero pedir perdón a pedir permiso.
Aquel viaje iniciático me acercó a una sociedad diferente, abierta al sexo, a las bicicletas, a las drogas, a los canales, a la multiculturalidad, al arte y a las flores.
Mi hija Yolanda que es la más maravillosa del mundo, aprendió a andar en un modesto hotelito de Amsterdam. Tenía menos de un añito, unos rizos dorados en su pelo y una carita de muñeca que hacía que la gente se fijara todo el rato en ella.
Los dibujos no valen una mierda, pero espero que entiendan que a mí me parecerán siempre maravillosos.
si no valoras lo tuyo quien lo hara por ti Los dibujos no valen una mierda, para los demas para ti siempre valdran su peso en oro.
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