Hace ya algunas décadas que, cuando los ecologistas en España hablábamos de la necesidad de reciclar el papel, el plástico, el aluminio, la chatarra, el agua, el vidrio, etc. se nos miraba con cara de extrañeza.
Ahora, cada día son más las personas concienciadas de la necesidad de aprovechar mejor los recursos, no ya tan sólo pensando en las ventajas ambientales, sino lo que a la postre se ha tornado más decisivo para ese cambio de conducta: las ventajas económicas.
Reciclar es sinónimo de ahorrar y, en esta dichosa crisis, es lo que prima.
Cuando los ecologistas, considerados -antes y ahora- en España como trasnochados cavernícolas, apostábamos por la moderación y denunciábamos el desarrollo ficticio que terminó desembocando en esta devastadora crisis, luchábamos y siguen luchando - yo ya no me considero activista- por políticas encaminadas a conseguir un desarrollo sostenible adecuado a los recursos reales de los territorios.
La archiconocida frase de: "Piensa globalmente y actúa localmente" resume a la perfección las directrices políticas y filosóficas de un necesario cambio radical de hábitos, usos y sobre todo de conciencias que, poco a poco, a base de darnos trompazos con la realidad, se va produciendo en la sociedad, después de darnos cuenta del gran engaño al que nos tenían sometidos. El lema subliminal era: "Todo lo podemos conseguir" y hemos descubierto que realmente todo tenía y tiene unos límites.
Hemos descubierto que:
-Los gobiernos no controlan una mierda.
-Los ayuntamientos son una caja de manzanas podridas.
-Los bancos y cajas de ahorro son unos especuladores muy peligrosos, dicho de otro modo más gráfico, son unos piratas con traje y corbata.
-Nos han atrapado a todos como peces en una red, y lo peor es que, una vez nos tienen dentro, no saben qué coño hacer con nosotros.
-Nos han arruinado a la juventud, que hemos educado en una base insostenible de opulencia y comodidad, y nadie nos dice ahora cómo les vamos a reeducar para que entiendan lo que sucede.
- Una gran mayoría de la sociedad no sabe que para conseguir las cosas hay que luchar y esforzarse.
La sociedad actual se ha convertido en un gran torbellino que no sabemos qué consecuencias nos va a deparar. La excervescencia se palpa en el ambiente con un hedor insoportable a pocilga y confusión.
Es tiempo de reciclar. Estamos a tiempo de reciclarnos, de dar un giro copernicano a nuestro modo de vivir, de pensar y de actuar.
En la fotografía vemos cómo una señora de Jaraba (Zaragoza) recicla sus bolsas de plástico, a las que les da, posiblemente, cientos de usos antes de desecharlas. La gente mayor, nuestros ancianos, son portadores de las mejores recetas contra la crisis. Ellos saben todo lo necesario para que salgamos de este agujero negro, pero nadie les hace caso. En las culturas más antiguas, algunas de ellas, todavía presentes en recónditos parajes de nuestro planeta azul, los ancianos forman el consejo de sabios. Ahora, a nuestros sabios, los tenemos olvidados en cualquier asilo o abandonados en sus propias casas. Con una sociedad basada en tantos errores y engaños, no podríamos haber llegado a otro lugar que a esta puta y jodida crisis.
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