A este tipo, de nombre tan sonoro, no lo conocía de nada hasta que me dio por pasearme por las calles de Düsseldorf. Sin pretenderlo, me di de bruces con la galería ART IN BOXES, y allí estaban las cajitas de un tal Volker Kühn llenas de historias, de cuentos, de metáforas y de sensaciones tridimensionales encerradas en un pequeño escenario congelado de unos pocos centímetros cuadrados.
El tipo de la galería, un seco y bigotudo alemán que me intentaba hablar en todos los idiomas que conocía, pretendía venderme algo que yo ya tenía comprado desde que quedara magnetizado al otro lado del escaparate.
Fui un cliente facilón, una breva en dulce que le enderezó la caja de aquella mañana del pasado martes ya que, en la galería, no se asomaban ni las moscas.
Las obras eran todas escenografías congeladas, secuestradas para la posteridad tras un momento de inspiración de ese tal Kühn. A mí, la inspiración me viene en cualquier sitio, incluso cuando estoy en el retrete evacuando o jugando al Pádel, para desesperación de mi compañero de fatigas o para el que espera apretando detrás de la puerta.
Me encantó una de estas cajitas en la que un pequeño elefante mamaba de un seno impresionante de mujer, otra de un bebé que salía de un huevo de gallina, un Mickey Mouse con un enorme trozo de queso envuelto en papel celofán, y así cientos de secuencias construidas con un enorme derroche de delicadeza e imaginación.
Hacía mucho tiempo que no gastaba un euro en arte, pero no dudé en rasgarme el bolsillo al reconocerme como el protagonista de una de estas escenografías. De hecho, me recordó mucho el título de mi último libro "Momentos de ida y vuelta"
Así que, ese tal señor Volker kühn, ya tiene una obra en una pequeña colección en Murcia y mi colección ya tiene la obra de un artista alemán.
No todo iba a ser sufrimiento.
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