El amor es algo maravilloso y enamorarse lo es aún más. Para que no haya malos entendidos, aclararé que no me he enamorado de ninguna otra mujer que no sea mi esposa. Lo que ocurre es que cada vez se repite más una reacción en mí: me enamoro de cada nueva ciudad que visito. Soy, por tanto, un turista facilón. Con poca cosa me conformo y con mucho también. Desde la más moderna hasta la más humilde. Por exceso o por defecto. Sólo les exijo autenticidad.
Cuando surge en mí el flechazo con una nueva urbe, espontáneamente fluye también, al unísono, una especie de musiquilla en mi mente. Una banda sonora que la acompañará, edulcorando así, mi turística experiencia.
Cuando surge en mí el flechazo con una nueva urbe, espontáneamente fluye también, al unísono, una especie de musiquilla en mi mente. Una banda sonora que la acompañará, edulcorando así, mi turística experiencia.
En muchas ocasiones, la banda sonora la aportan los músicos callejeros, que, con más o menos precisión, interpretan temas conocidos por todos los públicos, consiguiendo, de ese modo, empatizar con los turistas y rascar alguna monedita con la que ganarse el sustento.
En Cracovia, han fluido hoy demasiadas bandas sonoras, lo que me ha provocado, si cabe, un mayor grado de enamoramiento que la semana pasada en Estrasburgo. Pero el enamoramiento por Estrasburgo aún perdura, al igual que me ocurrió con Praga, París, Atenas, Oporto o cientos de ciudades más. Lo que he observado es que cada ciudad tiene su propia música y su propio ritmo y, la diferencia de unas a otras, como decía Antoine de Saint-Exupéry (sobre lo esencial) en su libro "El Principito": "es invisible a los ojos", por eso: a unos nos atrapan unas más que otras. En la que unos vemos y oímos gloria, otros no ven ni oyen nada. El todo y la nada, por tanto, no está frente a nosotros, sino dentro de nosotros. Estar en el sitio más maravilloso del mundo, tener las mayores riquezas, o tener la mejor esposa del mundo puede que no sirva de nada a quien no mira ni siente con el corazón.
Cuando me enamoro es también una preciosa canción cantada, a dúo, por Enrique Iglesias y mi admirado Juan Luis Guerra. En Cracovia, mirando con los ojos del corazón, irremediablemente me he vuelto a enamorar. No lo he podido evitar.
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