Mi querido amigo y compañero Lorenzo Fernández Navarro, antaño apodado por todos como "el Anchoíca" o "el Loren" no conocía a Confucio el día que asistió al curso de Liderazgo, sobre el que escribí, en este humilde blog, hace unos días. De hecho, no lo conocía hasta que hoy, de manera sorpresiva, y dada su costumbre de no leer los libros a la espera de que hagan la correspondiente película, le he convocado a una dinámica muy particular, a la que tan sólo hemos asistido él y yo, y que ha consistido en ir a ver la película sobre la vida y obra de Confucio.
Cuando esta mañana le he propuesto ir en horas de trabajo a un centro comercial, me ha obedecido porque soy su jefe, pero supongo, que por su cabeza se habrán empazado a barajar, cientos de hipótesis, intentando con ello, encontrarle sentido a tan misteriosa y repentina convocatoria.
Al llegar lo he encontrado nervisioso, andaba de aquí para allá con las manos atrás, como el marido que espera noticias de su esposa parturienta que acabara de entrar al quirófano.
Hemos quedado, como si de una cita a ciegas se tratara, en la cafetería-heladería Häagen Dazs, cuyo nombre nunca hay forma de que acierte a pronunciar adecuadamente. Para aliviar la tensión, me he pedido un gofre de chocolate light, pero como no había light me lo he zampado con chocolate negro, como de costumbre.
Para no tenerlo más tiempo en ascuas, le he preguntado directamente que si se imaginaba el motivo de la cita, a lo que me ha respondido con su desparpajo habitual que, después de haberlo pensado mucho, había llegado a la conclusión, ya que él es conocedor de mis gustos por el cine español, que íbamos a ver la película "Un cuento chino". Le he tenido que felicitar, en parte, ya que había acertado en un noventa y cinco por ciento del acertijo. Acertó en lo relativo a que íbamos a ver una película. También acertó en que en la película salían chinos, pero no en el título. Mi convocatoria, mi inesperada convocatoria, ampliación del curso de liderazgo realizado en días pasados especialmente para él, era ver la película "Confucio", líder entre los líderes, cuyo legado, sin que seamos muy conscientes de ello, perdura y nos enriquece dos mil quinientos años después.
Su incredulidad era notoria, tanto como su espectación ante esta novedosa situación. Hemos intentado recordar cuándo fue la última vez que los dos fuimos al cine juntos y solos, sin novias ni mujeres. Él ha recordado una ocasión (y hasta la película), pero la verdad, yo no recordaba nada de nada, por mucho que me esforzaba para no quedar mal.
Durante la proyección, lo he notado tenso, como diciendo entre dientes: "aquí hay gato encerrado". La película le ha ido conquistando lentamente, con la fuerza de sus planteamientos y el derroche de sentido común que emanaba de cada intervención del protagonista que hacía las veces de Confucio. Mientras él intentaba extraer la máxima información por si luego le hacía un examen oral o escrito de tan extraña y original dinámica -nunca se sabe- yo veía el paralelismo de la historia de Confucio con otros muchos personajes mitológicos. Reflexionaba, a su vez, con la validez o no de la propia dinámica o sobre, de qué otra manera, podría yo ayudar a todos aquellos compañeros, que como el mismo Lorenzo, no encuentran con claridad el camino más adecuado para convertirse en las personas que verdaderamente les gustaría ser. En el fondo, me he sentido como un Confucio contemporáneo que cree en la educación y cree en las personas por encima de todo. Confuncio pagó un precio muy caro por defender sus ideas y sus planteamientos. Fue un hombre valiente que se entregó a sus discípulos y a su país, y de esa entrega y esa adoración hacia los demás, emanaba su propia fuerza y su sabiruría.
Lorenzo que ama tanto a sus discípulos, como a su propia familia, en ocasiones, no encuentra la forma más adecuada de canalizar y poner en valor toda su experiencia, su abnegación y su esfuerzo, hacia la empresa, a la que ya ha dedicado veinte maravillosos años de su vida, y hacia sus propios compañeros. Pero lo verdaderamente importante, como quedó patente, tanto en el propio curso en días pasados, como en el día de hoy, es su valentía y su convicción para cambiar las cosas. Y eso es una noticia maravillosa, ya que, en el reconocimento público del problema, y en el pronunciamiento incuestionable de querer cambiar para seguir avanzando, se abre para él, para mi único y gran amigo Lorenzo, un mundo nuevo y enorme como su propio corazón.
El pensamiento de Confucio puede ayudarte mucho, y si no fuera suficiente, ya sabes que yo estoy dispuesto a seguir a tu lado al menos otros treinta y cinco años más.
Lorenzo, tú vales mucho, nunca lo olvides.
Yo , gracias a Dios conozco a Lorenzo unos cuantos años también y lo que le pasa es que estaba " Confundio", y tú Pepe no le has entendido bien. Bueno de aquí un fuerte abrazo a Lorenzo que es uno de los tipos mas majos que he conocido.
ResponderEliminar