Mi amigo, el pintor Carlos Pardo, siempre me abruma por su autenticidad. Continúa su trayectoria artística con los pies bien enraizados en sus orígenes y eso se percibe en su obra y, ahora inclusive, en sus planteamientos expositivos. A su personal visión de la pintura, en la que pone en valor todos los paisajes que en su momento, al unísono, fueron su pasión y su prisión; ahora, en Festina Lente, una exposición colectiva que podemos ver en el Museo Arqueológico de Murcia, los acompaña con la banda sonora con la que compartió su día a día: el cantar de los pájaros.
Así que, por sorpresa, me he plantado esta mañana ante su cuadro, durante unos minutos, escuchando: gorriones, jilgueros, herrerillos, pinzones, currucas, camachuelos, tórtolas, perdices y así hasta un sinfín de pajarillos que inconscientemente he intentado buscar entre sus violentos trazos y, en algunos instantes, como por arte de magia, me ha parecido observar.
Carlos siempre me conquistó desde su sinceridad. Entre todos nosotros, siempre destacó por su vitalidad. Ahora, en el momento actual, instalado en su nuevo yo artista, a todos los que le conocemos desde que tenemos uso de razón, no nos sorprende que se le reconozca por sus impresionantes dotes artísticas, lo que nos sorprende es que siga siendo el mismo, apasionado y obsesionado por lo mismo, y tan vitalista como siempre.
Su pintura, cualquiera de sus cuadros, son fiel reflejo de su autenticidad.
Ya quisiéramos, muchos de los que compartimos con él tantas horas de sueños y utopías, mantener el timón y seguir viendo el valor de las cosas sencillas que nos rodean como sólo él sabe hacer.
Tener un amigo como Carlos -aunque casi nunca nos vemos- es un gran orgullo para mí. Sigue creciendo Carlos, te lo tienes bien ganado.
Qué buen relato haces del pintor y su obra. Ojalá tuviera yo la capacidad tuya para ver y escuchar a esos pájaros ante las pinceladas de un cuadro.
ResponderEliminarUn abrazo.