Escasean las ocasiones en las que puedo celebrar la llegada de un nuevo seguidor a este humilde y estrambótico magazine, que mantengo desde hace casi cinco años sin saber para qué, por lo que espero que no se tomen a mal que lo celebre como si me hubiera tocado el Euromillón.
Una nueva cara, un nuevo recuadro, un nuevo lector -en este caso lectora- que escudriñará mis escritos con mucha más solvencia que el descarado e insensato que las escribe.
Cada vez que ese milagroso acontecimiento sucede, mi compromiso se fortalece, mis votos se renuevan y mi espíritu literario se desparrama para inundar el valle de la creatividad con relatos cargados de sentimientos y sinceridad.
Otra de mis lectoras María S. ayer me lanzó unos piropos que consiguieron alegrarme el día en la unidad de oncología, cuando acompañaba a mi madre en una de sus periódicas visitas. Allí, sin embargo, no me gusta ver caras nuevas y menos aún si son conocidas. Cada vez que veo una cara nueva en oncología mi colon irritable se convulsiona como una morcilla en agua hirviendo. Ayer, por desgracia, fue uno de esos días. Juan no me vio, pasó con su esposa junto a mí con la mirada perdida. Hace unos pocos meses que se jubiló, después de toda una vida trabajando tras un mostrador, y el cáncer, sin ningún preámbulo ni sensiblería, ya lo ha llamado a filas.
-¿Toda la vida trabajando para eso? -me pregunté entre dientes.
Así que, como ustedes comprenderán, entre bonitas palabras y grandes sufrimientos surgen relatos a borbotones. Mi compromiso, más que con nadie, es conmigo mismo. Mi margen de mejora, enorme. Mi paciencia, en esto como en todo lo demás, infinita.
Gracias a mi nueva seguidora, y gracias a María S. que hace algún tiempo dota de calidad a este blog, con sus acertados y generosos comentarios.
La vida sigue, para bien y para mal.
Un abrazo!!!
ResponderEliminarOtro para ti, Conchy.
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