Si en “Después de mil balas”, Izet Sarajlic todavía soñaba con un mundo mejor a través de su poesía; yo, después de mil relatos, alguno de los cuales no son otra cosa que balas frente a la incultura y la intransigencia, todavía sueño cada día con un mundo mejor.
Si el poeta bosnio Izet Sarajlic fue un enamorado de Sarajevo yo también lo soy. Si fue un gran apasionado de Omar Jayyam, yo no lo soy menos que él. Si Izet disfrutaba de su vida, y de su no vida, en Sarajevo, renunciando a marcharse durante el brutal asedio que sufrió desde el año 1.992 hasta 1.996, hablando y animando a todos y cada uno de sus habitantes, deambulando entre la devastación de sus calles, abriendo las puertas de su casa a todo aquel que buscara algo de aliento, mientras caían las bombas y la gente moría atravesada por las balas de los francotiradores serbios; yo encontré, caminando entre esas mismas calles, a hombres y mujeres que, junto a él, habían sobrevivido a la guerra. Encontré a Izet reflejado en sus ojos, en sus sonrisas, en sus palabras, y en sus anhelos. El río Miljacka también me habló de él, y de su hermano Eso, fusilado por los Camisas Negras italianos durante la Segunda Guerra Mundial. Y el río, calladamente, me habló del miedo. Y de la rabia. Y del odio. Y, paradójicamente, también del amor.
Si Izet Sarajlic fue un poeta capaz de convertir el horror de una guerra en los versos más hermosos jamás escritos, yo me veo en la solidaria obligación de convertirme en su portavoz, como lo hicieron, al mirarme, los ojos de esos jubilados de Sarajevo, mientras jugaban al ajedrez en un bello y húmedo jardín, o como me susurraron al oído las aguas del río Miljacka mientras atravesaban plácidamente la ciudad liberada.
Izet, viejo poeta, si estuvieras frente a mí te preguntaría: ¿Cuántos días nos quedan a los humanos para amarnos? O tal vez: ¿Cuándo dejaremos de odiarnos?
Támara, me sumo desde aquí a la honra de tu padre, y como él te escribió en un poema cuando aún eras una niña: “Ojalá que se reconcilien todas las naciones del mundo”. Qué pena, Támara, que ya no queden personas como tu padre. Qué pena, Támara, con lo mucho que curan los versos y que ya nadie lea poesía.
Precioso homenaje.
ResponderEliminarMuy lindo homenaje. A mí me encanta la poesía. Besitos.
ResponderEliminarMuy lindo homenaje.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ojalá que se reconcilien todos los que están en conflicto. Que la vida hay que protegerla, honrarla, con el mismo amor con que escribiste esto, por ejemplo.
ResponderEliminarUn abrazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarprofundamente agradecida,por comentar sin iniciar, una lección explicativa del verso,que no entendió alguna persona,
ResponderEliminary solo decir! tu eres ESCRITOR! gracias
lidia-la escriba
Maravillosa entrada llena de sentimiento, es como una larga prosa poética que llega al corazón del lector.
ResponderEliminarEstoy convencida de que, para ser persona, hay que tener sentimientos y muchos tienen de piedra el corazón. ¿Dónde encontrar amor para hallar la paz y solidaridad ansiada?
Izet Sarajlic no cabe duda de que tenía un gran corazón, yo creo que no se puede ser poeta si no se tienen sentimientos, él amaba a Bosnia, tanto, que cuando escribió SARAJEVO WAR JOURNAL, había dicho que era la única colección que no le gustaría haber escrito.
Ha sido un placer venir a visitarte, tus letras me han permitido conocer tu espacio. Muy agradecida.
Cariños.
kasioles
Buen reconocimiento.
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