A Pepico le gustaba dibujar en el portal de su edificio. Era feliz compartiendo con los vecinos sus progresos en el dibujo. Y cuando no dibujaba escribía. —Este Pepico llegará lejos —decían.
Y él, más ancho que largo, se apoderó del portal pesé a que el frío del invierno convertía a aquella entrada en un congelador.
Fiebre. Garganta. Mocos. Pepico enfermó y los vecinos se extrañaron de no encontrárselo en el portal. —¿Qué le habrá pasado al Pepico? —se preguntaban extrañados.
A este niño hay que operarlo de vegetaciones —dijo el doctor. A Pepico eso le sonó a vegetales. ¿Tendré en mi garganta una gran coliflor? —se preguntó el niño.
La intervención fue en el antiguo hospital de la Cruz Roja. Subieron al niño en una especie de asiento de barbero reclinable. Las enfermeras sujetaron sus bracitos con una correas a los brazos del asiento y el doctor colocó en su boca un aparato metálico para que ésta permaneciera bien abierta.
Pepico sentía tanto miedo que se quedó bloqueado. Ni una lágrima manaba de sus ojos. Este niño es muy valiente —exclamó el doctor. Ahora te vamos a poner un poquito de anestesia. Notaras un pinchacito de nada. No tengas miedo, pequeñín —le animó el médico guiñándole un ojo.
Tras el pinchazo vino lo peor. El doctor metió en su boca un aparato metálico en forma de cuchara y comenzó a rascar con energía la garganta del pequeño.
Pepico no lloraba. Sus ojos se fijaron en una mancha color canela que destacaba sobremanera en la calva del médico. Ahora escupe, valiente —le ordenó el médico, mientras acercaba a su boca una palangana metálica visiblemente desconchada.
De su boca comenzaron a salir pequeñas coliflores revueltas en sangre. La zafa adquirió un ligero parecido al plato de coliflor hervida que su abuela Mercedes le hacía comer algunas noches y que a él tan poco le gustaba. Pero este plato estaba hecho con su propia sangre y con sus propias coliflores.
Después de la operación a Pepico lo invitaron a un enorme helado de vainilla y le regalaron un Madelman. —Te has portado como un campeón —le dijeron sus padres, orgullosos.
Al día siguiente, como si no hubiese pasado nada, Pepico siguió pintando en el portal para regocijo de los vecinos acompañado de su Madelman.
—¿Dónde estabas, Pepico? —le preguntaban sus vecinos.
—Me han operado en la Cruz Roja, pero no he llorado —les explicaba a todos con orgullo.
Pepe! que historia preciosa tan llena de ternura!!
ResponderEliminarImagino a ese niño...Como imagino que el que me mira con esos grandes ojos desde la foto es ese niño del relato...¡Y ese sos vos!
(O "en español" eres tú)
Abrazo amigo.
A muchos niños le hicieron la misma operación. Besitos.
ResponderEliminarHola Jfbmurcia , tierno relato es el que nos cuentas
ResponderEliminarde Pepico , te puedo preguntar ¿El niño de la foto eres tú?
Pepico fue muy valiente y no lloro , te deseo una feliz semana
besos de flor.
Y desde entonces quedaste bloqueado! , que tierno relato, mientras leía me imagine en la escena, parada junto a pepico acariciándole el cabello y diciendole aguanta que aquí estoy yo contigo. Que guapo niño el de la foto.
ResponderEliminarValiente chiquillo.
ResponderEliminar¿Eras tú?
A mí operaron de las "anginas" y aquello lo recuerdo aún con horror.
Salu2.