Mis dedos, antes ágiles y resolutivos, se han entumecido ante tanta desgracia. Parecen otros. No atinan a aporrear las teclas adecuadas y cada vez que las aprietan sienten un pinchazo indescriptible de dolor. El dolor que genera la inseguridad ante la falta de respuestas.
El mundo se tambalea a nuestro pies en una especie de terremoto global en el que parece no moverse nada y, sin embargo, se tambalea todo. Nuestra seguridad, que siempre se mueve en un terreno imaginario, ahora se ha quedado de golpe sin un ápice de imaginación.
Por todos lados, claman las voces pidiendo ayuda. Nuestras almas se retuercen de impotencia y mis dedos se engarrotan. Mi mente se nubla y rabio de dolor.
Y lloro al sentir mis manos mudas. Nunca las imaginé en silencio. Nunca, ni en mis peores pesadillas, imaginé que mis manos fueran como los caracoles, y que mis dedos, ante el peligro, pudieran esconderse hasta convertirlas en un muñón.
Vivimos momentos surrealistas dignos de un gran cuadro de Dalí.
Cómo te entiendo. Yo no acabo de hacerme a la idea. No quiero ni pensar en lo que estamos viviendo y en lo que nos queda por vivir.
ResponderEliminarSAludos.
Esta cura de humildad por nuestra prepotencia, no está dando en todo el morro. Ojalá no se estropeen mucho más las cosas y seamos capaces de escarmentar.
ResponderEliminarUn abrazo.
De verdad que estamos viviendo un guión de película de terror y suspenso, un miedo de algo que no podemos ver, o el miedo de no volvernos a ver, saludos Pepe le pido a Dios por ti y los tuyos.
ResponderEliminarMe daba miedo cuando el año pasado decías que este año 2020 seria complicado y diferente, nunca en el peor de los sueños se soñó tan triste
ResponderEliminarSaldremos de ésta. Seguro.
ResponderEliminarEsto es un sueño que te quieres despertar y no puedes. Muchos besos.
ResponderEliminarDemasiada angustia e inquietud. Un abrazo.
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