miércoles, 19 de agosto de 2020

Estrella y Mari Luz

Ando ya cerca de O Val, una ermita tan vieja como las terrazas de vides que bajan hasta el Miño. En la puerta luce un relieve muy bonito de un desprendimiento. La virgen sostiene en sus brazos a Jesucristo. Yo andaba, esta mañana, viendo por Segán, a mi tía Estrella y a Mari Luz; tía y sobrina con pocos años de diferencia. Con vidas que han ido fluyendo…no digo vidas, digo luces, porque ambas, de manera inconsciente por parte de sus padres, tienen nombres que se complementan y, como tal, han vivido toda la vida complementándose una a la otra, aportándose esa luz, porque la estrella emite luz, refleja luz y Mari Luz también es una mujer brillante como tía Estrella. Y ambas salieron muy jóvenes de esta aldea, de estas montañas, de estas humildes montañas gallegas, en busca de un futuro; un futuro que desconocían pero al que no le tenían miedo, porque eran, son, gente valiente. En aquella época lo más triste era el no comer, era el frío, era la desdicha de subsistir en la oscuridad en la que permanecían muchos pueblos que no tenían futuro. Pero ellas: jóvenes, emprendedoras, luchadoras, soñadoras, salieron de aquí, con lo poco que tenían. Con sus maletas, quién dice maletas dice un hato, dice una caja, dice lo que fuera. Y salieron a luchar, en principio a Barcelona, y más tarde a Suiza. Recuerdo aquella película, dirigida y protagonizada por Carlos Iglesias: “Un franco, catorce pesetas”. El esfuerzo en el país alpino se multiplicaba, y había futuro, y había seguridad, y prosperidad, y cultura e ilusiones. Las ilusiones, la prosperidad y el futuro, qué triste, estaban fuera de este país y había que ir a buscarlas. Como tantos y tantos millones de migrantes que salen del hambre, de la pobreza, de la oscuridad, buscando esa luz que brilla. Que brilla en Mari Luz, que brilla en mi tía Estrella. Esa gente, con derecho a subsistir, a prosperar, a soñar. Como ellas soñaron, saliendo de este pueblo, y lo consiguieron. Y hoy ya son mayores, y caminan juntas por Segán contándose historias de tantos años de luchas. Mari Luz en la fábrica de los chocolates Suchard, cerca de Neuchatel, y mi tía que estuvo tantos años trabajando en una cafetería y confitería en la que lloraron su marcha cuando decidió poner punto y final a su lucha en Suiza, para volver a la Murcia de su marido, de mi tío Pedro, que también en su momento salió de Murcia, de una Murcia que le aportaba poco, para buscar en Barcelona, la ciudad que le regaló a mi tía Estrella para que le aportara luz a su vida, y de ahí salieron juntos a Suiza, una Suiza tan bonita, tan verde, tan prospera donde los francos valían catorce pesetas. Qué bonito andar por Galicia con esta gente que irradia tanta luz.

4 comentarios:

  1. Estas gentes emigrantes en su día cuán fuertes son. No lo sabemos bien. Y lo que tenemos que estar agradecidos a sus sacrificios.

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  2. Lo dejaron todo para salir fuera a tirar de la familia y del país. Esa gente merece un monumento.

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  3. ¡Triste es tener que abandonar tu tierra porque no hay trabajo!
    Salu2.

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