sábado, 29 de agosto de 2020

La esperanza

Érase una vez, en un país muy lejano, o no tan lejano, tampoco hay que exagerar, que vivía un viajero cansado. De tan cansado que estaba había perdido el norte. Desconocía los motivos que le habían llevado hasta allí; lo mismo que tampoco sabía muy bien cómo y cuándo regresar. De ese modo, el señor viajero cansado malvivía de la caridad debajo de un nudo de autopistas, en las afueras de una gran ciudad tan contaminada como las demás. Sin embargo, al parecer esa situación no le afectaba, la llevaba con naturalidad, como algo que le hubiera sido planificado con anterioridad por no sé sabe qué fuerza divina. El viajero cansado vivía dentro de un viejo coche abandonado. Pese a lo que pudiéramos imaginar, una de sus aficiones era la de limpiar el coche. Lo limpiaba como si le fuera la vida en ello. Otros indigentes le tachaban de loco, y tal vez no estaban muy equivocados, ni ellos estaban menos locos. Pero, no, realmente el viajero cansado no estaba loco, tan solo le recomía por dentro una extraña enfermedad, ante la que los médicos tan solo le habían pronosticado unos pocos meses de vida. Eso fue lo que le llevó a viajar de ciudad en ciudad, y de país en país, hasta sentirse incapaz de seguir vagando por el mundo. Tal vez el cangrejo que se lo comía por dentro ya se había tragado todas sus ganas de viajar y sus escasas energías. Pero un día, en el que el viajero cansado se encontraba más cansado que nunca, tuvo la visita de una extraña y elegante señora. La mujer golpeó la ventanilla del viejo coche, en cuyo interior dormitaba el viajero. —Caballero: ¿está usted despierto? —preguntó la señora. —Sí —exclamó: ¿qué quiere usted? —¿Y usted qué quiere, qué hace aquí? —se interesó la mujer. —Pues le diré la verdad: espero a que me termine de comer el cangrejo. —¿De dónde es usted? —prosiguió la dama con su inesperado interrogatorio. —A veces quiero acordarme, créame, pero no lo recuerdo. —Pues haga usted por recordarlo porque lo necesitará para regresar a su casa. —No volveré. En pocas semanas amaneceré muerto en este viejo coche. —¿Le gusta la comida que le traigo a diario? —Así que es usted… —Sí, soy yo. Desde que le vi limpiando su coche entendí que usted era distinto a los demás indigentes. —Yo creo que soy igual que todos ellos. A mí me come un cangrejo y a ellos se los come la vida. No soy distinto —exclamó. —Claro que sí. Sé perfectamente que usted está aquí para evitar sufrimientos a su familia; para que no le vean morir día a día. Pero sabe qué le digo, que su huída no les ha aliviado en absoluto. Así que prepárese para regresar, que ya va siendo hora. —No sé quién sea usted, pero este viejo enfermo no piensa regresar. —Sí, claro que sabes quién soy, lo que sucede es que no quieres creerlo. —¿Es usted la Virgen? —¿Es usted católico? —Sí, soy católico apostólico y romano, por la gracia de Dios. —Pues entonces para usted seré la Virgen. —¿Y sí no fuera católico quién sería usted? —Soy la vida. Soy la naturaleza. Soy ese árbol de ahí. Soy usted. Somos un todo, amigo. Ese cangrejo se irá al mar. Volverá a dónde no debería de haber salido. Y cuando el viajero cansado despertó se sintió menos cansado. Recordó todo su itinerario. Recordó a su familia. Recordó todo lo que había olvidado o había querido olvidar. Un sobre con dinero que encontró sobre el asiento del copiloto fue la prueba fehaciente de que algo mágico había pasado esa noche. De su vieja cartera, que tenía escondida debajo de su asiento, sacó una vieja estampa que pertenecía a su madre. Una estampa de la Virgen de La Esperanza. Y la besó. Tal vez, en el fondo, él nunca había perdido la esperanza.

7 comentarios:

  1. Me has hecho llorar. Excelente.
    Salu2.

    ResponderEliminar
  2. Excelente uno de tus mejores escritos guaoooo felicidades eres mi escritor favorito esta lleno de fe esperanza amor y vida me toco sunceramente Dios te llene de vida y salud amigo muaaaaaa

    ResponderEliminar
  3. Felicidades por esa bella historia, has conseguido emocionerme.

    Espero que sigas escribiendo de la misma forma, porque no te faltarán gentes que quieran leerlas.

    Besos

    ResponderEliminar
  4. Que tierna historia, me encantó, eso necesitamos un poco de magia, y un mucho de fe y esperanza, te mando un abrazo, eres el mejor.

    ResponderEliminar
  5. "Soy lo que necesites que seas en esta momento."

    Saludos,

    J.

    ResponderEliminar
  6. ¡Qué maravilla! Me ha encantado.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  7. Me ha encantado leerte y me parece una historia muy bonita. Besos.

    ResponderEliminar