viernes, 8 de marzo de 2024

El incendio

El teléfono sonaba con urgencia. Sonaba y sonaba sin encontrar respuesta. El fuego crecía y los bomberos tardaban en llegar. Al parecer, otro fuego en un viejo desguace de vehículos tenía ocupados a gran parte de sus efectivos. Mientras las llamas ascendían por el lateral de la vivienda todo parecía en calma. Todo a excepción de los fieros perros de la finca que ladraban enloquecidos. Un vecino, joven y fuerte, quiso trepar por la pared de hormigón que protegía el amplio perímetro de la parcela, pero las concertinas que protegían los altos muros se lo impidieron. El avance del fuego era sobrecogedor. Los vecinos de la urbanización, arremolinados en torno a la finca, observaban aterrorizados como, de entre las llamas, surgían pequeñas explosiones. Las impresionantes medidas de seguridad que ostentaban aquellos vecinos venidos del este, que no solían relacionarse demasiado con el vecindario, siempre les habían sorprendido. El fuego, inexorable, proseguía su avance. Cuando llegaron los bomberos el fuego ya se había adueñado casi por completo de la casa. La puerta blindada parecía inexpugnable. Alguien dijo que la familia venía de un país en el que no se puede disentir. Un país en el que solo se puede opinar tal y como dice la televisión. Un país sometido, al que, al parecer, aquellos sigilosos vecinos no habían querido someterse.

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