lunes, 1 de abril de 2024
Mal de ego
En boca de todos estaba aquel santón, envuelto en una túnica blanca desilachada, que había ocupado una vieja casa cueva a las afueras de Peñafloja. Poco a poco se supo que el santón era un sabio filósofo, agnóstico y anárquico, que recorría el país haciendo apostolado de su particular visión del mundo. En principio la gente se mostró un tanto excéptica ante tan enigmática presencia en el pueblo. Su pelo cano, esa barba, larga y blanca, que le llegaba hasta la cintura, su extrema delgadez y su mirada penetrante no ayudaban a generar confianza. Primero fue la señora Asunción, que se acercó para ofrecerle unos rollos de anís. Luego fue Juan, el frutero, quien le llevó una bolsa con manzanas. Después fue la señora Marta, que le ofreció una manta porque estaba refrescando mucho por las noches. La curiosidad, y la solidaridad, fueron acercando al pueblo, y Pablo, que así se llamaba, o se hacía llamar el santón, sabía ganararse a la gente. El recién elegido alcalde estaba muy agobiado. Nunca llegó a imaginar que en ese pequeño pueblo, en el que habitan poco más de tres mil almas, pudieran haber tantas rivalidades, y tantas necesidades. Los tejemanejes de los políticos de otras latitudes, y las tensiones que se generaban en las grandes ciudades, habían calado hasta los huesos de aquella pequeña y pacifica población. Desde la Guerra Civil no se había vivido nada igual. Tal vez por eso, o quién sabe si por otras razones más personales, Roque Ortuño, alcalde de Peñafloja, sintió la necesidad de acercarse a Pablo. Al principio intentó hacerlo de manera discreta, pero en los pueblos pequeños esto no es fácil de conseguir. Al poco tiempo sus visitas ya era vox populi. En los bares y en las plazas, en las tertulias del círculo recreativo, las madres en las puertas de las escuelas, el cura en el púlpito, y los barberos en las barberías, no hablaban de otra cosa. Y los concejales de la oposición, reunidos en una especie de comité, fueron a visitar al santón. Todo el mundo quería saber el motivo de aquellas continuas visitas. Pronto, sin ningún motivo aparente, el nivel de crispación se fue relajando. Uno y otros empezaron a mirarse sin tensión. Los acuerdos, hasta ahora imposibles, comenzaron a llegar y los problemas del pueblo comenzaron a encontrar solución. El hijo del alcalde anunció su boda con la hija del jefe de la oposición. Los niños jugaban sin preocuparse de quién era el padre de cada quién. Se rumoreó que Pablo había dado a probar una extraña infusión, compuesta por un conjunto de hierbas silvestres que él tan solo conocía, que tenía la mágica facultad de combatir el "Mal de ego". Su ingesta diluía el "yoísmo", el egoísmo, y el partidismo, y fortalecía el entendimiento entre distintos y el bien común. Tras beberlo no había vuelta atrás. Cuando Pablo dio por cumplida su misión en Peñafloja, desaparecio sin hacer ruido, tal y como había venido, pero dejando atrás mucha paz. Dicen que, hace unos días, se le ha visto por Choperas de Arriba. Allí los vecinos ya habían llegado a las manos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Jfb, a ver si consigues la fórmula de la infusión y nos la das.
ResponderEliminarSalu2.
Por nuestro Congreso de los Diputados creo que no ha pasado todavía, ni se le espera.
ResponderEliminarUn abrazo.
A los egocéntricos se los bajo de un hondazo y ya.
ResponderEliminarO se los sacrifica con el mal del desconocimiento, nada peor para un egocéntrico que el que nadie le conozca.
Saludos,
J.