domingo, 10 de octubre de 2010

La niña del poni


Caminábamos por la mota del rio en un día entre nubes y claros. Las palmeras, las higueras, los granados, los caquileros y los jinjoleros aún nos ofrecían sus más tardíos frutos como en un postrero intento de alargar la época estival. El río Segura bajaba con más agua de lo habitual por las lluvias que acababan de caer en los últimos días, en este recién iniciado otoño, cuando me encontré con esta niña que sacaba a su poni a pasear.
La vida en la huerta para los niños tiene esas ventajas. Se pueden criar conviviendo entre animales, de los que aprenden a interpretar el sentido de la propia vida. El contacto con la naturaleza nos faculta para darle importancia a la observación y, de la observación de la naturaleza, el ser humano ha sabido extraer las bases de su propia evolución.
Mientras la niña paseaba con su poni, se encontró con gente pescando en el río. Reparó también en unas personas que agachadas recogían caracoles con los que luego cocinarán suculentos platos tradicionales. Se detuvo riéndose al contemplar un grupo de gansos que chillaban como locos al notar la presencia de la niña con su caballito, a lo que el poni respondió relinchando y mostrando una dentadura impresionante, dando la sensación de que también se destornillaba de risa con la situación.
Yo no sé ustedes, pero cuando descargué la foto en casa, y la observé con detenimiento, descubrí en la niña un gesto de ternura y complicidad que, por mucho que nos digan, no se puede conseguir jugando con la Play Statión 4.
Esa niña se acordará toda la vida de su convivencia con el poni y posiblemente muchos niños, el día de mañana, se arrepentirán de las miles de horas inútiles que desperdiciaron realmente sin jugar.
Cada día que un niño pasa en contacto con la naturaleza equivaldría a cien días encerrados en su cuarto jugando a juegos enlatados.
¡Sáquenlos a jugar! Ellos se lo merecen.

1 comentario:

  1. Bien es cierto que no solo a los niños si no a todos nosotros los que hemos perdido la nocion de la belleza nos haria falta tener un pony que pasear, de seguro que se acabarian tantos chiflados que buscarian su paz interior.
    Y muy seguramente nuestras sonrisas diarias serian tan parecidas a la que esbozo el pony frente a los ganzos. hummmm que gracioso resultaria ver a tanta gente riendo como un pony.

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