miércoles, 14 de mayo de 2014

Cambio de pecera


Menudo lío es adaptarse a una nueva tecnología. El Ipad es una pecera extraña en la que cuesta trabajo nadar. Sobre todo para mi, que me costó horrores pasar de las galletas María a las tostadas; con eso lo digo todo. Seguro que dentro de unos días me reiré al recordar mi torpeza. Las máquinas siempre me han dado mucho respeto. Tal vez demasiado. El aeropuerto de Alicante está repleto de turistas rojos como gambas de Huelva. Me planto en Starbucks como prueba inequívoca de que soy un animal de costumbres. Siempre hago lo mismo al llegar a este aeropuerto. Y siempre pido lo mismo. Y siempre me siento en el mismo sitio, mirando a las pantallas cada cierto tiempo y a todas las turistas que pasan por delante de mi. Miro sus caras. Miro sus ropas. Miro sus cuerpos. Miro sus ojos. Miro sus sandalias con calcetines. Miro su piel abrasada y su cara de fin de fiestas. También observo a los hombres y a los niños. También a los ancianos. Personas con la mirada pérdida en el horizonte. En sus Ipad -yo miro al mio como una pecera con agua turbia-. En las pantallas que ofrecen los números de las puertas de embarque a mil y un destinos sin sol aunque atiborrados de euros que no saben en qué gastar. 
Tengo empezado un libro de Murakami y, en la recámara, aguarda su turno otro de Houellebecq. Tengo el estómago revuelto. Tengo once días por delante para adentrarme en Centroamérica. Tengo mucho por hacer. Metas por alcanzar. Gentes por conocer. Paisajes por descubrir.
Y el hijo que tanto esperábamos aún está por llegar. La cigüeña, traicionera, debió extraviar nuestro pedido. Otro intento más. Otro ciclo perdido en esta vida cíclica. De todos esos intentos nos quedan dos peces dando vueltas en una pecera en el centro de nuestro salón. Nos quedan las fotos de todos los embriones que se quedaron por el camino. El rápido y el lento. La liebre y la tortuga. A los otros ni los llegamos a bautizar. Viajes a Tres Cantos. Pinchazos y más pinchazos. Pastillas y más pastillas. Ecografías y más ecografías. Sueños. Espera. Incertidumbre. Y, después: fracaso, vacío y llanto. Mientras yo escribo en Starbucks mi esposa llora, frente a los peces, en nuestro sofá. Tal vez por su soledad. O por su cansancio. O por su temor. O por mi. 
Comienza otro ciclo de viajes. Otro esfuerzo. Otra lucha. Comienza otro vano intento por salir adelante en este más difícil todavía circense sin redoble de tambores y con payasos de traje y corbata. Ya tengo puerta de embarque. Todo comienza de nuevo. Cambio de pecera.

2 comentarios:

  1. Caerse y levantarse , pero que te voy a contar yo a ti si apenas tocas el suelo cuando caes.seguro que todo ese ir y venir por tubos de ensayo he inyecciones consiguen su propósito .
    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Mario: yo caigo como todo hijo de vecino, me suspendieron en el curso de Superman que hice por correspondencia. Pero, como buen extremo derecha que fui, me levanto en un abrir y cerrar de ojos. Para mi, como para todo el mundo, la vida es una Montaña Rusa.

    ResponderEliminar