domingo, 18 de mayo de 2014

La caja


Encontrar aquellas llaves pudo haber cambiado el rumbo de mi vida. Aquellas llaves y aquel coche. Y aquella caja que había dentro del coche. Y mi atrevimiento... Siempre fui tan atrevido como imprudente. Soy de los que opina que más vale pedir perdón que permiso. Así que, por todas esas cuestiones, y por otras muchas que omitiré para hacerlo corto y que no se sepa todo, abrí ese coche. El coche no era un coche cualquiera; era un Mercedes de alta gama, tapizado en piel de color beis y con un volante deportivo. La caja estaba en el hueco en el que ponen los pies los acompañantes. Me imaginé ese hueco ocupado por unas piernas delicadas de ninfa con tacones y medias con ligueros. Ese brote de alucinación debió de ser fruto de la conocida erótica del poder. De pequeño, siempre pensé que llevando un coche así todas las mujeres se rendirían a mis pies. Así pues, aquel hueco para pies, debía de llenarse, con frecuencia, con pies de modelos de alta costura, o de actrices, o de cantantes, o de presentadoras de televisión con aires de princesas.
En realidad, no sabía muy bien qué hacía yo dentro de ese Mercedes, en el aparcamiento de aquel centro comercial, mirando como un loco hacia todos lados y más asustado que un cachorro de pastor alemán en una noche de tormenta.
No sabía qué hacer, pero me traicionó el subconsciente. Por un momento dude si arrancar el coche y llevármelo: ¿pero adónde?. Estaba seguro que la policía daría conmigo antes que aprendiera a meter bien las marchas, suponiendo que aquel vehículo tuviera marchas. De hecho, miré hacia el lugar en el que todos los utilitarios llevan la palanca de cambios y allí no había nada. Por todas esas cuestiones, descarté robar el vehículo y centré todas mis aspiraciones delictivas en aquella caja.
La caja no decía mucho. Era una caja de cartón ondulado con el típico color cartón y con un precinto transparente. No tenía ninguna etiqueta, ni marca, ni nada que pudiera aportar alguna pista sobre el contendido de la misma. 
Miré a todos lados con más miedo que hambre. Comencé a sudar. Las gotas, incontrolables y enormes, resbalaban torrencialmente desde mi frente y las veía precipitarse sobre la piel de aquel sillón de color beis acostumbrado a recibir posaderas uniformadas por Calvin Klein. Pensé que aquella caja contendría un buen montón de billetes de quinientos euros. O quizás, joyas de alguna nueva colección. O acciones de Telefónica. Aquella caja me hipnotizaba por momentos. Mis manos temblaban y mi vista comenzó a nublarse. Creo que, en parte, esa sensación la agudizó el olor a nuevo de aquel coche. Siempre me dieron angustia los coches nuevos. Por eso nunca me compré un coche nuevo. Aunque, para qué les voy a engañar, nunca tuve dinero para comprar uno nuevo.
De repente, alguien golpeó con los nudillos la ventana del copiloto.
Miré y era un vigilante del centro comercial que me hacía gestos para que bajara la ventanilla. 
Puse la misma cara que en el entierro de mi suegro y dije con voz de propietario de Mercedes:
-¡Qué pasa joven!
-¿Podría quitar el coche de aquí y aparcarlo bien? -dijo el custodio.
¿Ahora qué hago? Dije para mis adentros. ¿Cómo narices se arrancará esto? En un momento de inspiración le respondí:
-He llamado al servicio oficial. Con todos los millones que me ha costado y no quiere arrancar. 
-Bueno, no se preocupe caballero. Gracias de todos modos -dijo muy sumiso el vigilante.
Todavía no me había repuesto del susto cuando un señor, que me pareció Richard Gere, golpeó la ventanilla y me dijo:
-Oiga, caballero, estoy pensando en comprar un coche como el suyo: ¿Le consume mucho en carretera?
-¡Esto!-respondí nervioso. ¡Esto gasta menos que un Ibiza! Si está pensando en comprarse uno como este no lo dude ni un momento. ¡Menudo cochazo!
-Muchas gracias. Esta misma tarde voy al concesionario. ¡Gracias! - dijo aquel señor con pinta de trabajar en la sucursal de algún banco rescatado por la troika.
Mi corazón bombeaba al máximo de su capacidad. Mis manos temblaban pegadas a aquel volante deportivo. El sillón de piel estaba encharcado. La caja de cartón seguía ocupando su lugar. La gente pasaba mirándome con asombro. Yo miraba a la gente más asombrado aún. Un coche patrulla de la Policía Nacional paró a mi lado. Un policía se bajó y otro se quedó adentro de la unidad. 
En ese momento, no lo pensé dos veces, y salí con disimulo de aquel coche.
Han pasado ya varios días de aquel suceso y aún sigo pensando en qué habría adentro de aquella maldita caja. No se me va de la cabeza.

17 comentarios:

  1. Seguramente sobras de comida China del la noche anterior . Así será más fácil olvidarla

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  2. ay! me atrapó el suspenso y ahora qué vamos a hacer con ese final en suspenso?, estupenda narración de principio a fin.

    Saludos.

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    1. Lo bonito de dejar un relato con un final en abierto (en suspenso en México, en suspense, en España) es que cada lector le inventa todos los finales que quiere... Un abrazo, Beatriz.

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  3. A mí ni se me va de la cabeza por qué no te llevaste el coche a algún sitio para poder abrir la caja... :)
    Pero claro, es preferible mantener ciertos misterios en nuestras vidas.
    Un abrazo.

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    1. Es que el pobrecito no sabía ni arrancar esa máquina, María. El caviar no está hecho para la boca del pobre.

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  4. Se vale soñar, más que curiosidad es un instinto por obtener lo que desea. Se hubiera llevado el automóvil, así descubre lo que hay en la caja… y por unos minutos tiene el auto de sus sueños.

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    1. Con ese final hubiera tenido su ratito de Gloria.... Un saludo, Cecilia.

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  5. Dentro de la caja habría minimo algún repuesto..................¡que va! habrían miles de posibilidades y ahora que cuernos hago para decidir que hubiera puesto yo en un caja como esa para llevarla en un coche como ese?.......como siempre amigo tu y tus relatos nos dejas colgados de un ala. (excelente)...........kathy

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    1. Qué lindo suena eso de quedarse colgado de un ala, Kathy. Muchas gracias por tus visitas.

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  6. Excelente relato, con mejor suspense, dentro de la caja pueden haber miles de cosas. Según el estado o hasta incluso la necesidad de cada uno, dentro podrían de haber miles de posibilidades. Muy buen suspense el de este relato. Y también como cuando estás en algún aprieto se te agudiza el ingenio... Saludos

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    1. Gracias Villales, todos tenemos muchas cajas por llenar con lo mejor de nosotros...

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  7. José,

    siempre estoy muy agradecido por tu presencia y buena vibra en mi blog.

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  8. Me has tenido en ascuas un rato y me ha gustado.
    Me gusta como escribes.
    Gracias por llegar a mi blog.
    Me gustaría que nos siguiéramos, si quieres claro.
    Un saludo

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  9. Ah y en la caja lo que había era suspenso...

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    1. Puede ser Inma: suspenso o suspense, todo o nada. La cuestión es que allí había un Mercedes, unas llaves, una caja y un indeciso metido a ladronzuelo. Esa caja es como esas puertas que no abrimos, esos besos que no damos o ese viaje que no hicimos. Esa caja es algo así como lo que pudo haber sido y no fue...

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