jueves, 9 de octubre de 2014

Duelo


-Pepe, por si no te has dado cuenta, hoy es viernes. ¡Arriba dormilón, tienes que escribir algo rápido para tus amigos del Facebook, antes de irte a trabajar!.
-Sí, ya sé que es viernes, estoy mal, pero no tanto como para no darme cuenta de el día en el que vivo.
-Pues, escribe algo, hombre, no seas así. No eres el que eras.
-¿De verás crees que soy otro? 
-Te siento distinto y distante desde hace unas semanas.
-Hace muy poco tiempo de la muerte de mi madre. ¿Tú crees que las personas cambiamos tras un suceso de esa naturaleza?
-No creo que cambie todo el mundo, pero, indudablemente, las personas cambian o reaccionan ante crisis o dramas, y cuánto más graves son estos, más profundo es el cambio que provocan. Por cierto: ¿Tú qué tanto lees últimamente, has leído qué las personas cambian completamente cada diez años?
-¿En qué sentido?
-Sí, según dicen los que saben de medicina y esas materias, una persona cambia todas sus células cada diez años aproximadamente. De ahí que se afirme de que cada diez años somos una persona distinta. 
-Entonces, según esa teoría, ¿en nuestra vida y en la naturaleza todo son ciclos?. ¿Nuestra vida gira en torno nuestro, da una vuelta completa sobre nuestra conciencia cada diez años, y, al finalizar, ya somos otra persona?
-Algo así, más o menos.
-¿Entonces no soy el mismo qué cuándo comencé a trabajar en esto de los cosméticos?
-¿Cuántos años llevas ya en ese trabajo?
-Parece que fue ayer, pero ya llevo casi veinte años.
-Pues está claro, Pepe, ya no eres el mismo. De hecho, has cambiado dos veces. Ya has sufrido, o estás a punto de sufrir, tu segunda gran transformación.
-¿Entonces no es únicamente por lo de mi madre?
-Todo influye, Pepe. Todo lo que nos sucede y todo lo que acontece a nuestro alrededor, indudablemente, nos termina afectando por muy duros que nos pretendamos hacer.
-¿Por cierto, quién eres tú, que llevas ahí sentada en mi cama más de media hora y me hablas como si fueras la voz de mi conciencia?
-¿Qué importa quién sea o lo que yo sea?
-Espera, me pongo las gafas, que hay poca luz y este último cambio vital se me ha llevado más de una dioptría de cada ojo. ¡Te pareces mucho a mi madre de joven! ¿Eres mi madre? Dime, no te marches ahora: ¿Acaso eres mi madre? No te marches aún, por favor, mamá, sé que eres tú, quédate un rato más. Te echo tanto de menos, mamá.
-No, no soy tu madre, soy el otoño.

6 comentarios:

  1. Ni lo e leído ni lo e estudiado , pero estoy seguro de que sí cambiamos, lo noto en mi y en la gente que me rodea .lastima que esos cambios no sean unos centímetros mas alto y unos años menos .....jajaj.
    Pero no son malos , no me quejo

    ResponderEliminar
  2. Felicidades por el relato, muy emotivo y especial. Cuando algo nos ocurre a nuestro alrededor por supuesto que cambiamos, yo te lo aseguro. Yo he sufrido un pequeño cambio también, ya lo sabes tu. Mucho animo en esos momentos tan difíciles, un fuerte abrazo desde CT.

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias, Mario, Villales y Anuar por vuestros comentarios y por vuestras lecturas.

    ResponderEliminar
  4. En serio que te había comentado esta entrada. Se comió el comentario la red, no sé qué paso.

    Bueno, te reitero que me enterneció ese final de otoño, tanto que me anime a subir aquel modesto otoñal de muertas.

    Saludos.

    ResponderEliminar