lunes, 6 de octubre de 2014

Las canas y Les Luthiers


La edad es una cuestión baladí porque si fuera una cuestión paquistaní ya estaríamos hablando de otra cosa. Perdonen que me exprese en estos términos, en lugar de emplearme mediante los principios que todo relato requiere, pero después de ver un ESPECTÁCULO, con mayúsculas, como el de estos argentinos de Les Luthiers, no me queda otra que, humildemente, impregnarme de su estilo por pura admiración y darles a ustedes un rato la brasa con el temita.
La entrada costaba lo que una cena en un restaurante recomendado por la guía Michelin, pero, tras la actuación, como no me quedaron ni diez euros para cenar, mis michelines han salido igual de beneficiados que mi intelecto, suponiendo que yo tengo de eso, que se supone que debo tener, como cualquier hijo de vecino, o de consejero bancario con tarjeta fantasma, o de exministro de injusticia antiabortistaprovidanonacida.
Como les decía, la edad no es condición sine qua non para ejercer únicamente como jugador de dominó y escupir en el suelo, o pasear con los brazos atrás por jardines de hoja caduca y dejarse caducar al unísono de la foresta, o ir a recoger a los nietos del colegio. La ancianidad, ya nos lo han demostrado muchos personajes de la historia reciente, y no tan reciente, no es necesariamente un camino para lanzarse de clavado hacia la tumba, puede ser, también, una etapa maravillosa para crear y aportar muchas más cosas que las que hemos creado y desarrollado en nuestro limitado marco profesional y del que nos liberamos tras la jubilación.
Los cinco integrantes de Les Luthiers quedarían perfectamente acoplados en una mesa de dominó de cualquier centro de mayores de nuestro país, bueno, en realidad uno de ellos tendría que hacer de mirón, ya que, al dominó sólo juegan cuatro, y mirones nunca faltan, y en los jardines menos. Sin embargo, ellos siguen tan activos y creativos como cuando, hace casi cincuenta años, crearon este incomparable grupo que hoy, en Murcia, ha levantado al público de sus asientos.
Me gusta ver a la gente mayor que no se resigna a asumir el papel al que les arrastra esta sociedad nuestra. La gente mayor tiene una experiencia vital de valor incalculable que hoy desaprovechamos, como desaprovechamos nuestros recursos, nuestro tiempo, y nuestra existencia. Los centros de mayores, tal y como están diseñados, son lugares de aislamiento social, de resignación social, la antesala de un geriátrico, o de la unidad de paliativos. 
La gente mayor podría aportar mucho más a la sociedad pero les planteamos una jubilación de dominó y viajes a Benidorm, de bailes y de bingos, en los que con la línea se gana un salchichón y se lleva un jamón quien canta bingo.
Yo fui a un colegio de niños. Por aquel entonces era muy habitual aquello de los niños con los niños y las niñas con las niñas. Ahora la gente mayor se refugia en unos centros de aislamiento, llamados de la tercera edad, en los que su relación con las nuevas generaciones es casi inexistente. Los jóvenes con los jóvenes y los mayores con los mayores. Ayer disfrutando y admirando a estos artistazos septuagenarios de Les Luthiers no pude dejar de reflexionar sobre todo esto. Tal vez sea una de tantas tonterías sobre las que últimamente escribo, pero, es una pena esta acentuada separación generacional que aceptamos como si fuera lo más normal del mundo.
Creo que es un error, por su parte y por la nuestra. Nos estamos perdiendo mucho.

2 comentarios:

  1. Que bien nos representa Les Luthiers a los argentinos, en contraste con otros! Yo por mi parte, voy a bailar tango a un centro de mayores y es una experiencia única, allí nos mezclamos muchos jóvenes y mayores. Que valiosa tu reflexión, saludos! S.

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    1. Gracias S, qué linda esa fusión, y qué lindo es el tango. El baile elegante por antonomasia.

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