sábado, 14 de febrero de 2015

Intermitencias


Soy padre de una hermosa mujer de casi veinte años. Ella ha crecido en la distancia cercana, en una vida en paralelo a la que ya pertenecía de una forma intermitente, pero decisiva. Durante este tiempo, mi amor por ella no ha sufrido intermitencias ni el de ella hacia mí. Y entre presencias y ausencias ella ha ido construyendo su vida y yo reconstruyendo la mía. Unidos por un hilo invisible pero indestructible. El amor de un padre hacia su hija, al menos en mi caso, no tiene intermitencias.
Ahora, después de más de veinte años, soy padre también de una diminuta luz intermitente. Es una luz tan chiquitita que aún no alcanzamos a escuchar su latido, y tan sólo se percibe su intermitencia vital en el claroscuro del monitor de una clínica, cuyo personal, volcado con nosotros, nos ha ido desbrozando y acondicionando un camino lleno de malezas y complicaciones.
Cuando ya creíamos que todo estaba perdido una intermitencia luminosa nos avisa de la llegada de una nueva vida. Un proyecto de persona anida en el vientre de mi esposa, tras meses de intentos infructuosos, en los que hemos sido víctimas de la intermitencia emocional. Ahora sí, ahora no.
Y ahora estamos en el sí que tanto anhelábamos. En la parte luminosa del intermitente. En la felicidad del que espera la vida como un familiar que aguarda en la estación la llegada de su ser querido.
Como Penélopes, sin bolso de piel marrón, pero meneando el abanico ante el sofoco de la emoción, y preparándonos con entusiasmo para su llegada. 

3 comentarios:

  1. ENHORABUENA!!!!! FELICIDADES!!!!! un abrazo muy muy fuerte!!!!

    ResponderEliminar
  2. No pueden haber mejor noticias que la que nos terminas de describir.
    ENHORABUENA ¡¡¡¡¡¡

    ResponderEliminar