viernes, 15 de abril de 2016

Virgen a los cincuenta


Provocado, tal vez, por mi baja autoestima, me apunté a aquel rocambolesco curso de "Salto del armario". Nunca tenía que haberlo hecho. Ni que decir tiene que no superé los ejercicios prácticos y que acabé, maltrecho, en las urgencias del Hospital Morales Meseguer. 
-Se ha pegado usted un buen porrazo -me dijeron los enfermeros.
-Lo sé. Todo esto viene por un grave problema de autoestima que arrastro desde que me dejará mi novia del colegio por el chulillo del equipo de baloncesto -les confesé.
-Pero, ¿de eso deben haber pasado por lo menos cuarenta años? -exclamó uno de ellos, asombrado.
-Tengo mal la autoestima pero no la memoria -les expliqué.
Mientras me curaban, observaba miradas de muy distinta índole: de asombro, de asco, de lástima, de estupor. La postura de las cejas, de la boca, e incluso la posición de las orejas, siempre me han aportado mucha información sobre la gente que me mira.
Por lo general, la gente me mira mal. O, al menos, eso creo.
¿Por qué desconfiaré tanto de todo el mundo? Le preguntó con regularidad a mi psicoanalista. Él siempre me responde que reflejo mi propio malestar en los demás, que la gente no tiene la culpa. Pero yo no lo tengo claro. Nada claro. No sé si cambiarme a otro, pero es que ya son tantos cambios que me da pereza.
En una convocatoria de un famoso youtubers, que se dedica a enseñar a ligar a los que no nos comemos ni un colín, y que tiene tantos seguidores como detractores por todo el mundo, a la que asistí, me invitaron a abandonar la reunión a las tres horas de haber comenzado. Alegaron que mi pesimismo era incompatible con la funcionalidad de la dinámica. Intentar ligar, derrotado de antemanano, es tan complicado como ir al Polo Norte en camiseta de deporte. Complicado no, ¡imposible! -me dijeron, mientras me acompañaban diligentemente a la puerta.
Las mujeres me vuelven loco pero me dan mucho respeto. Tartamudeo cuando intento dirigirme a ellas con alguna aspiración, de cintura para abajo y, sin embargo, no lo hago cuando los fines son menos trascendentes.
Después de asistir al curso del salto del armario, y a la convención de youtubers, me apunté a un curso de sexo por correspondencia. En realidad, más que un curso, aquello consistía en una especie de juego epistolar que enardecía el onanismo. Pronto, comencé a recibir cartas con historias tan subidas de tono, que de tan erótico rozaban lo pornográfico. Aquello siempre acababa en un efusivo acto de amor propio que en nada me ayudaba a mejorar mi relación con los congéneres del sexo opuesto.
Posteriormente, me apunté a un reality show en un canal de televisión, con déficit presupuestario, en el que cinco mujeres competirían por casarse conmigo.
Yo hubiera pagado una fortuna por no casarme con ninguna de ellas, pero me tocó una que había trabajado de gogó en cincuenta discotecas de la Ruta del Bacalao, y que contaba con un amplio expediente psiquiátrico. En eso era en lo único que nos parecíamos. Nos prometieron sesenta mil euros y un viaje al Caribe, y sólo vimos seis mil antes de la boda. El resto nunca llegó. La cadena de televisión quebró justo después de que acabara el programa. A los quince días del bodorrio casi nos matamos peleándonos por los seis mil euros. No pude, ni tan siquiera, aliviar mis ansias sexuales, ya que la pobre no me provocaba la más mínima erección, aunque, la verdad, tampoco es que pusiera mucho de su parte.
Ahora, para redimirme, estoy haciendo el Camino de Santiago. Pretendía encontrar la paz, y olvidarme del sexo, pero, por desgracia, me he encontrado, en el albergue de Foncebadón, con dos suecas que me han invitado a caminar a su lado. Aún no me lo termino de creer. Le rezo a Santiago Apóstol para que una de ellas, la más mayorcita que se llama Ave, encuentre en mí al macho ibérico que anda buscando. Mi padre y mi abuelo siempre le tuvieron, a este santo, mucha devoción. Y yo no voy a ser menos.

15 comentarios:

  1. ¡Cómo me has hecho reír! Mucho ha mejorado Foncebadón, cuando yo pasé por allí no tenía albergue y tampoco había suecas je, je. Saludos.

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    1. Pues mira por dónde, Mara, ahora hay de todo. Un abrazo.

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  2. No pierdas el ánimo.
    Ya verás como Santiago Apostol te ayuda.

    Un abrazo. Buen fin de semana

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  3. Tengo fallos con Google últimamente . Unas veces sale mi imagen de perfil y otras no.

    Te pido perdón.

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  4. Sigue encomenandote a los santo, seguro que te ayudan con las suecas

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  5. Tu creatividad es IMPRESIONANTE, no me gusta mucho leer los post largos porque me parecen aburridos, pero éste me ha mantenida entretenida todo el rato y lo encuentro genial.
    Espero seguirte visitando siempre.
    Un abrazo grande.
    mar

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    1. Gracias, Mar, me alegra no haberte aburrido mucho. Un abrazo.

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  6. Sí, claro, Santiago se ocupa de las ansias de todos. Por si las dudas, sigue rezando pero sin baja autoestima, que al parecer, al final del relato, se subió de tono. Ahora es alter ego.

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    1. Rezo el rosario cartujo, mitad santo, mitad brujo...Saludos

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  7. jajajjajja Dios!!! me has hecho el dia jajaja que buen relato no paro de reir!

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    1. La risa es muy buena para la salud pero dicen que es mala para las arrugas. Saludos, Maricruz.

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