miércoles, 11 de mayo de 2016

Dos perros locos


El hotel se llama Poznanski, pero, en realidad, del centro de Poznan está a buen trecho. Andando tardaríamos como día y medio. Huelga decir que estoy de nuevo en Polonia por motivos profesionales. Siempre que me necesitan agarro el vuelo de Ryanair, poniendo a prueba mis cervicales, y me planto en tierras cosacas a darle al zancajo.
Como les decía, estoy en Poznan, cargado de mocos y arrastrando mi cansancio, pero estoy. Mal que bien, pero aquí me hallo. Dando la cara y el moco. Dicen que quien da lo que tiene no está obligado a dar más.
Ayer, durante la cena, mis compañeras polacas -muy guapas ellas-, se preocuparon por mi más que evidente congestión nasal y me recomendaron que, más que antigripales y otras gaitas, me tomara directamente un perro loco. No me cuadraba mucho que aquellas caritas angelicales quisieran ponerme en contra de todo el partido animalista y, al instante, descubrí que lo que realmente pretendían las mozas era que iniciara mi andadura en la prestigiosa asociación de alcohólicos anónimos. 
El perro loco, para su información, consiste en una copita de vodka, a la que se le añade un poco de jarabe de frambuesa y unas gotitas de Tabasco, que te tienes que tomar del tirón, vamos: como el que se quita avispas del culo. Al parecer, a mí me dieron una versión para principiantes a la que se le sustituye el Tabasco por pimienta en grano molida por lo que se me quedó la boca como la un bebé jugando con la arena de la playa o como cuando compramos berberechos de los baratos.
Y me tomé dos. Me decían las polacas, sonrientes, que su benéfico efecto medicinal se comienza a percibir a partir del tercer perro loco que te tomas, pero yo me sentí afligido al pensar que estaba atentando contra la Patrulla Canina, con la que tanto disfruta mi hija, y opte por hacer una retira a tiempo, que, según el sabio refranero español, es, a todos los efectos, como una victoria.
Después, para aprovechar una maravillosa noche primaveral de veinte grados, salí con Artur a pasear, sin amor, pero en compañía, por los alrededores. Entre confesión y confesión nos tropezamos con una peluquería con nombre en español que jura y perjura que peina al "Estilo de Manuela". Desconozco ese estilo. Nunca, hasta ese momento, había tenido noticias sobre la Escuela Manueliana de Peluquería. Lastima que estuviese cerrada. Nos hubiera gustado preguntar por la tal Manuela y por el origen de su particular estilo. También por averiguar si la rubialaca de pelos achicharrados y escote desbordante que aparece en un enorme cartel, que luce en la verja de la peluquería, era ella misma, y si esa exuberancia cosaca tiene mucho o poco que ver con el Estilo del que alardea Manuela. No nos pudimos acercar mucho porque, al otro lado de la verja, había dos perros que ladraban como locos. Tal vez reconociendo a los dos sospechosos colegas que yo llevaba dando vueltas en mi panza.
Tengo que reconocer que me fui a dormir pensando en Manuela pero, por desgracia, acabé soñando con los dichosos perros. No sean mal pensados: siempre tuve muy mala bebida y muchos mocos.

14 comentarios:

  1. De sobra es conocido mi amor por los perros. Creo que me llevaría bien cos esos también

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  2. Interesante
    me haces sonreir
    gracias por compartir

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  3. Muy ameno este relato.

    Me gustaría saber en qué consiste el peinado estilo "Manuela". Ja,ja,ja. Igual hasta favorece.
    Un abrazo

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    1. Luego me enteré que esta peluquera se ha hecho muy famosa en Big Brother Polonia. Tiene muchas tablas esta Manuela. Un abrazo, Amalia.

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  4. jajajaja bueno y despues de todo esto del Vodka,el paseo y los perros ... se te quito la congestion?

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    1. Nooo! Aún la conservo, ya nos hemos tomado cariño. Saludos, Maricruz.

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  5. Yo no quiero más estilos y de querer novedades me apunto al los perros locos.

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  6. Yo quiero conocer a la cosaca del cartel, porque a los perros locos podemos conocerlos aquí también,......arriba Polonia...

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  7. Tengo muchas amigas allí, voy a ver qué se puede hacer...saludos.

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