sábado, 14 de mayo de 2016

Niños


Mi pequeña Ana María está a mi lado. Me mira con sus ojos vivarachos. Lo mira todo. Dice papá. Me muestra sus dos dientecillos. Se sonríe. Como aún no la hemos peinado, tiene su pelo dorado como si llevara una cresta. A Ana María le gusta morderse el pie. Yo intento enseñarle más palabras; quiero que diga mamá, hola, Ana, agua, nena, pero ella repite hasta la saciedad: ¡papá!, ¡papá!, ¡papá!.
Y yo, imagínense ustedes, me siento más orgulloso que un soldado en su jura de bandera. 
Mi pequeña tose. Tiene tantos mocos como yo. Dice mi hermana Merche que Ana es mi vivo retrato. Que, de pequeño, yo era igualito que ella. Y yo, imagínense ustedes, me siento como si me acabaran de nombrar el escritor del año en Zimbabue.
Anita me mira con ojos tiernos abrazada a su osito de trapo. Yo babeo y babeo como si el mundo se hubiera congelado y no fuera más que eso. Que cuidarla a ella, consentirla, mimarla, y quitarle sus cacotas, fuera lo único verdaderamente importante en mi vida.
Imagínense ustedes, por un momento, lo que todo esto significa para un vejete como yo. Mi hija mayor, con casi veintiún años, ya es toda una mujer, y que, ahora, tanto tiempo después, la vida me haya brindado otra maravillosa oportunidad para redimirme.
Mientras les escribo, Ana me mira como preguntándome que qué hago aquí. A ella le gusta el sonido del teclado, de hecho, cuando la arrimo, ella golpea con sus deditos intentando provocar los mismos sonidos que yo emito al escribir, pero se desespera porque ella tan sólo acierta a golpear con su manitas de azúcar y el sonido suena distinto, a golpe, a golpe de vida nueva, inocente, que te mira y te derrite como si fueras un vela encendida.
Cuando eso sucede, imagínense ustedes, yo me siento feliz y lo demás ya no importa tanto, todo se relativiza, y pierde protagonismo. Nada en la vida se puede comparar a la sinceridad y la ternura con la que te mira un niño. 
Como escribió en algún sitio Oscar Wilde: "La mejor forma de hacer buenos a los niños es hacerlos felices".
Bienaventurados todos los niños del mundo, y malditos sean todos los que les hacen daño a estas indefensas y maravillosas criaturas. 

16 comentarios:

  1. Nada comparable a como un...," te quiero papá".

    ResponderEliminar
  2. Respuestas
    1. Así lo siento yo también Lola. Los necesitamos tanto como ellos nos necesitan. Un abrazo.

      Eliminar
  3. Ana Marina El orgullo es ahora la sangre que alimenta tus venas amigo es el aire que respiras, es tu esencia,tu todo
    Disfruta de su presencia tal cual fueras un niño en una chocolatería. El tiempo es efímero.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Katherine, los niños me gustan, pero las chocolaterías, ay madre lo que me pirrian las chocolaterías. Un abrazo

      Eliminar
  4. Por tus palabras veo que has enloquecido de ternura, esa niña te ha rejuvenecido , o talvez, volviste a nacer! Amala con todas tus fuerzas! y disfruta tu momento.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, algo así, parecido a un enamoramiento, pero más limpio, sin interés de por medio. Es difícil de explicar. Gracias por tu visita y tu comentario, Maricruz. Un abrazo.

      Eliminar
  5. Un escrito lleno de dulzura. Me parece maravilloso que puedas disfrutar de ese encanto de niña.

    Enhorabuena y mil felicidades,

    Un abrazo.


    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mil gracias, Amalia, lo estoy disfrutando mucho. Un abrazo.

      Eliminar
  6. Madre mía, tú llevas el babero como yo......tú lo llevas unos meses y yo 5 años ya...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cómo para no llevarlo. Es lo mejor que nos ha pasado. Un abrazo, Villales.

      Eliminar