domingo, 21 de junio de 2020

Dos anormales muy normales



—¡Acho, Manolo!, ¡qué ya somos normales!
—¡Pero qué vas a ser tú normal, si nunca lo has sido!…
—Bueno, es un decir, no te lo tomes al pie de la letra.
—Entonces: ¿para qué me llamas a estas horas?
—Por si te apetece que bajemos a tomarnos una copa y echarnos un cigarro en el bar del Nacho, que ya lo han abierto.
—Tú lo que le tienes es mucho vicio con esa camarera. Sabes perfectamente que no fumo y que me he dejado el alcohol. Además, estoy viendo el partido.
—Vicio no, Manolo, devoción. 
—Devoción se le tiene a los santos, y la camarera de santa tiene poco.
—¿Qué estás insinuando, Manolo?
—No. No. Dios me libre de insinuar, nada. 
—Sí, sí, estás insinuando que es una cualquiera. 
—No. Nada de eso. La Nadiuska es muy correcta. Pero te recuerdo que el bar del Nacho es un putiferio y allí no se venden credos…
—Pero ella me ha dicho que solo acepta confesiones, practica la psicología erótica, para algo estudió hasta segundo de carrera. Ni se quita la ropa ni nada. Es más, eso me lo ha jurado a mí por sus dos hijos. 
—Y a mí también me lo contó mientras se desnudaba. 
—¿Pero tú no dices que no…?
—Claro que no. 
—¿Entonces?
—Pues eso que muy normales, muy normales, no somos, Julio.
—Pues eso estoy viendo…
—Y lo que no ves, Julio. Y lo que no ves…

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