He visto mucho museos por el mundo, pero ninguno como este. El Museo del Orinal de Ciudad Rodrigo en la provincia de Salamanca (España) es, sin duda, un caso muy singular.
Hace unos cuantas décadas, el orinal era un utensilio de primera necesidad. Cuando una pareja iba a casarse, ir a comprar el orinal que habitaría, durante años, bajo los faldones de la cama de matrimonio o a los pies de la mesilla de noche, era un previo imprescindible a toda boda. De hecho, la elección de uno u otro modelo significaba, en ocasiones, uno de los primeros conflictos de la pareja, y hasta algunos casos, fue causa para que el matrimonio no se llegara a realizar. También se conocen casos donde el orinal se convirtió en el arma homicida.
La ausencia de retretes en las casas otorgaba al orinal el dominio absoluto en todo tipo micciones y deposiciones que, en algunas zonas, se arrojaban por el balcón directamente a la vía pública al grito de: ¡Agua va! Aunque aquello de agua tenía bien poco, más bien sería como la sopa con menudillos que yo tanto odiaba de pequeño.
Aún recuerdo los orinales debajo de las camas de mi casa. El mío era de color rosita y de plástico, mientras el de mi abuelo era metálico esmaltado en color blanco con ribetes azules y desconchado, por el uso, en algunos lados. Yo aspiraba a tener uno metálico como mi abuelo, ya que eso simbolizaba ser mayor, al igual que deseaba tener una brocha de afeitar nacarada como la de mi padre.
Por aquella época yo tenía un tío, marido de una tía paterna, que siempre me intrigaba con esta poesía:
"La tripulación dormía. El contramaestre velaba y el timonero cogía, la mierda que por proa se escapaba. De pronto: ¡Ah! ollose un grito lastimero y apareció un hombre con aspecto fiero: ¿Quién era? Era el criado, que traía en la mano, la mierda que había cagado el caballero."
Desconozco el autor de esta vieja poesía, que recitaba mi tío cada vez que me veía y yo respondía partiéndome de la risa. Tras cada recitación, yo me preguntaba: ¿Por qué no tendrá un orinal el caballero?
Los orinales ya no son lo que eran. Han pasado de ser un artículo de primera necesidad doméstica a ser un objeto de culto y veneración en los museos, especialmente en este de Ciudad Rodrigo.
Pensando en todo esto, me ha venido a la cabeza la letra de una canción de un viejo grupo rockero de la transición que, quizás, puso la puntilla a los orinales de toda España:
"Mear da gusto, cagar da pena, no seas guarro y tira de la cadena"
A partir de ahí, el orinal pasó a la historia.
Tanto si les interesa la colección de orinales más importante de España, como si se la trae al pairo, no dejen de visitar Ciudad Rodrigo. Les sorprenderá.
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