domingo, 30 de octubre de 2011

¿Dónde quedaron nuestros sueños?


Cada día que hago el amago de escribir algo coherente en este blog es una victoria. Mirar hacia los lados sería sinónimo de perder el rumbo. Cuando todo se desploma alrededor lo único válido es seguir adelante, como una huida, que no es otra cosa que el instinto de supervivencia.
Cinco millones de parados y un país y una Europa sin rumbo es un escenario apocalíptico que nadie soñaba ni en sus peores pesadillas hace cuatro años.
Uno, por aquella época, miraba hacia el mundo y se sentía seguro y orgulloso de pertenecer a la llamada "sociedad del bienestar". Pensaba que nuestro sistema era perfecto y mirábamos con cierta incredulidad a los demás, incluso con cierto aire de superioridad o de lastima: pobrecitos que mal les va.
Ahora los jodidos somos nosotros. Nuestras miserias, nuestras carencias, nuestras corruptelas y nuestros errores, fluyen como una efervescencia de inmundicias; como si alguien nos estuviera pasando una factura de unas deudas que creíamos olvidadas, pero que nos reclaman con plena vigencia en el peor momento y con recargo de demora.
El futuro bucólico y fabuloso de jubilaciones doradas a la orilla del mar y jugando al golf, se ha trasformado en una caverna oscura y fría, en un agujero negro en el espacio cercano, que nos arrastra, sin piedad, a un destino incierto.
El estado del bienestar se ha desvanecido como un amor de verano al llegar el otoño, como un estudiante que suspende, o como una de las millones de obras que se han quedado, por todos lados, a medio construir.
Al final, el ladrillo, creado para construir, a destruido la construcción del bienestar. El ladrillo, pervertido en ladrillazo, nos ha golpeado la cabeza y la conciencia devolviéndonos a nuestra cruda realidad de sociedades mediocres, donde lo individual a primado sobre lo colectivo, donde el culto al "YO" ha arruinado al "NOSOTROS". La ética y el respeto duermen en una vitrina en el museo nacional de antropología junto a otros fósiles con formas  de conchas marinas y reptiles con plumas.
Siempre he escuchado a los constructores decir que reconstruir es más costoso que tirarlo todo y volver a construir. Nuestro sistema social esta para tirarlo. Quizás salga más económico que intentar reconstruirlo.
Yo estoy en México DF, sin poder dormir, y el insomnio me ha llevado a plantearme todas estas cuestiones.
¿Dónde quedaron nuestros sueños? ¿En qué coño voy a soñar?

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