Cuando yo quería ser como Leo Messi, Messi no existía. Pero yo sí. Era también pequeñajo. Yo un poco más rubio y con un corte de pelo a lo cazo.
Por aquel entonces paseaba libros por el ilustre colegio de los Hermanos Maristas, sin la camiseta de los Hermanos Maristas, porque a mi padre no le salía de los cojones comprármela.
Ese día fuimos a la Santa de Totana. Los curas nos llevaban allí para meternos miedo con los Santos, las reliquias de cera y el dominio constante de los contraluces. Pero, sin lugar a dudas, lo mejor de toda la excursión era enfrentarse, futbolisticamente hablando, a 5ºB.
Íbamos todos de esa guisa. Cada uno iba vestido como a su madre se le había ocurrido, pese a que toda la escudra éramos hijos de familias de bien. En mi caso concreto y pese a la cabezonería de mi padre por negarse a pagar por una camiseta diez veces su precio, me sentía muy orgulloso de calzar unos deportivos Paredes, aunque el modelo no era el que más se llevaba, y una camiseta roja, que alguien me regaló por reyes, de Real Murcia Club de Fútbol. Las calcetas no eran de deporte, pero al fin y al cabo, eran calcetas.
Aquel partido me terminó de convencer sobre mi necesidad de desarrollarme como persona a través del fútbol. Mis compañeros me respetaban por machacar la portería de 5ºB con mi destreza, cosa que no había conseguido antes como ahora conseguía con mis pies.
Lo que ocurrio más adelante, me supuso un descubrimiento que nunca he desvelado hasta hoy, casi treinta y cinco años después, y haber dedicado muchos años de mi vida a intentar ser Messi, sin que Messi lo haya sabido nunca. Sería largo de enumerar la retahíla de equipos y entrenadores por los que he pululado y he convivido, pero a todos ellos quiero aprevechar la ocasión, para agradecerles todo lo que hicieron por mi.
El misterio que hoy he sentido la necesidad de desvelar, después de contemplar esa foto tan histórica, es que, durante los partidos, nunca fui capaz de sujetar mi mente. Cuando corría por la banda con el balón, driblando a varios contrarios, en multitud de ocasiones mi mente me traicionaba buscando tortugas por alguna sierra, o subida lo más alto de una noria, o pensando en mi anhelada Elena, la niña de mi barrio que tenía los senos más maravillosos de mi mundo y las gafas más feas del planeta.
En la foto, yo era el amo del balón. Un dueño bisoño y blandengue como el propio Messi. Al fin y al cabo, pese a mis limitaciones y mis lapsus de abtracción, todos me querían en su equipo, más que nada, por si ese día, mi mente caprichosa, era capaz de mantenerse centrada en los pormenores del partido y mis pies pudieran obsequiarlos con algún maravilloso gol.
Nunca fui un gran futbolista, pero siempre fui un gran compañero.
Un abrazo a todos los de la foto, allí donde estéis. Recordar siempre que aquel día le ganamos a 5ºB y eso nunca se nos debe olvidar.
La alineación fue la siguiente:
1-Manzano 2-Palacios 3-Yopez 4-Riquelme 5-Jesús 6-Ros San Martín 7-Olmos 8-Belmonte 9-Pelegrin 10-Rincón 11- Jiménez.
¡Ahí es nada! ¡Aupa 5ºA!
La dulce infancia nos deja ser siempre los super heroes o heroinas invensibles e indestructibles y no importa cuanto soñemos algo el regalo mas lindo sera siempre nuestra niñez.
ResponderEliminar