Este reptil de nocturnas costumbres vive en mi casa. Goza de ser el único animal doméstico que he adoptado por ser un infalible insecticida natural. Le he puesto de nombre Teresa, sin saber realmente su sexo, debido a que, cuando la miro, me guiña los ojos con coquetería.
Lo alucinante de las salamanquesas (Tarentola mauritanica) es su capacidad para andar por el techo sin romperse la crisma, y su sigilosa marcha para acercarse a los insectos sin que estos se den cuenta del peligro hasta que se los ha tragado.
Teresa tiene predilección por el forjado de hierro que me puso el arquitecto a la entrada de mi casa, de tal manera que, Teresa y yo somos los únicos seres del planeta que nos gusta ese atrevimiento oxidado tan inusual.
Para la fotografía se ha mostrado tímida y recatada como una colegiala, todo lo contrario que cuando se pone a cazar, donde se muestra feroz y temible como una leona.
Todas las tardes al regresar del trabajo, cual fiel can, me espera en la puerta para darme su silenciosa bienvenida, y como si del mejor amigo del hombre se tratara, cuando le digo:
-¡Hola Teresa!
Ella, mueve la cola de lado a lado que es un primor.
Yo disfruto tanto de verla como de pensar en la de sacos de croquetas liofilizadas que me ahorro.
Para que luego digan que los reptiles son tontos.
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