domingo, 23 de octubre de 2011

El gato de Vilnius






Este gato callejero es el terror de los ratones de Vilnius. Los gatos son los únicos animales que son capaces de domesticar a sus dueños. Independientes hasta las últimas consecuencias, tan sólo se dejan mimar cuando tienen hambre. Si los observáramos moviéndose por las calles o por los jardines, nos daríamos cuenta que continúan conservando las mismas costumbres de los grandes felinos. Siempre están al acecho, mantienen la misma agilidad y destreza, y se la pasan cazando todo el día.
Musarañas, ratones, salamanquesas, grillos, todo lo que se mueve les sirve como aporte de calorías para impulsar esa velocidad punta que les caracteriza. Quizás por ello, sabiéndose capaces, en todo momento, de poder conseguirlo por sus propios medios, aceptan las subvenciones de croquetas liofilizadas y botes de Friskis, que le aportan sus propietarios, como un niño acepta una golosina.
Deberíamos de haber aprendido más de los gatos. Ahora muchísima gente, de tanto comer subvencionado, ha perdido el hábito de cazar, y ahora están teniendo dificultades para buscarse su propio sustento.
Es lo que tiene la comodidad, por eso los gatos siempre están ágiles y al acecho, no vaya a ser el demonio que, al volver a casa, la abuela, siempre solita en su mecedora junto a la ventana, haya estirado la pata y se vaya al garete la subvención.
Este gato callejero lituano, no sé si tiene siete vidas o no, pero lo que sí es innegable es que tiene once patas y una lengua terrorífica.

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